Mí mente divagaba posada en una fina rama, tan floja que pronto se caería de su árbol. La balada de voces que se acentuaban y dispersaban a mí alrededor era la de los estudiantes que rondaban allí.
Algunos cargaban con grandes libros que parecían tesoros para ellos, mientras otros solo se disponían a conversar. Por por otro lado, se ofrecía la perspectiva de unos cuántos enfrascados en su mundo, con sus audífonos, las manos en sus bolsillos, como un palpable miedo a revelarlas hacia el exterior.
A mí lado, Savannah y Sophia discutían las posibilidades de convencer a su madre sobre algunas particularidades que ellas necesitaban resaltar.
La más callada observaba a su hermana melliza, con una sombría cautela, serenidad y tranquilidad, mientras la segunda le ofrecía una considerable discusión con su personalidad más efusiva, alocada y vivaz.—Sabes que mamá no querrá fiestas en casa, Sophie.
—Y tú sabes que papá logrará convencerla, Sav, ¡Vamos! Sé que mueres por un poco de diversión, ¡se nota en tus ojos! —se dirigió a mi—. Además Philippe nos va a prestar el parlante que esconde en su habitación.
Phil podía ser el chico más carismático si se lo proponía.
Las mellizas me habían planeado una cita con él cuando yo apenas ingresaba en su círculo de confianza, para avanzar un paso más allá.
Cómo hermano de ellas era el hombre más encantador, pero como compañero de veladas románticas apestaba, o era que tal vez ninguno de los dos congeniábamos como las chicas pensaron.—La diversión no se centra simplemente en las fiestas o en hacer alborotos, me refiero a que es de mí preferencia las cosas más tranquilas como leer libros.
—¡Eh! Pues aquí, entre las dos presentes y con una espectadora, lo mío no son únicamente fiestas y chicos sexys, también leo libros.
—¿Cómo cuáles?
—¡Me ofendes Savannah Amery! Cómo hermana deberías saber que me emborracho con el romance, ya que la lujuria es mí amante —se cruzó de brazos ofendida.
Reprimí un bostezo, sinceramente no veía fiable cometer tal crimen en frente de estas dos personas.
Ellas me reprocharían el gesto como sinónimo de aburrimiento y Dios sabe cómo empezaban sus quejas ante tales faltas.
Y no era con una, sino dos mentes con las que iba a tener que lidiar.—¿Fiesta, parlante? Alto ahí... ¡¿Mí parlante!?
La cabellera castaña y alborotada de Philippe se hizo presente. El asombro en su rostro se redujo a una notable confusión.
—Seré partícipe de la fiesta en casa, claro está, ¡Pero no voy a donarles mí otra mitad a dos salvajes como ustedes!
Savannah se cruzó de brazos, observando al chico presente con cara de pocos amigos.
—¿Papá sabe que escondes sustancias ilegales en esa caja de madera, detrás del armario? —cuestionó mi amiga intrigada—. Precisamente en un hueco de la pared, que lleva una marca en tinta roja.
Su rostro palideció. Parecía que la susodicha había acertado en el tiro.
Ahora fue el turno de Sophia para atacar.—¿Mamá sabe que guardas calzones con agujeros que ella misma te prohibió usar, y si los ve puede botarlos a la calle?
—No entenderían el significado que es para los hombres conservar los calzones así.
Sav estiró un brazo, como siempre hacía cuando exigía el precio que Phil debía pagar. Éste colocó un billete en sus manos señalándola acusatoriamente.
—¡Tú! Ni una palabra de la droga a papá, que por cierto no es mía, solo le hago un favor a Martin, que me pidió escondite y yo le ofrecí mí habitación, tú —señaló a Soph—. No le dirás a mamá sobre los calzones y les cedo mí parlante, y tú —esta vez la que lo observó fui yo—. No vas a contar lo que escuchaste, harás como que jamás sucedió —elevé mis brazos a modo de rendición, mientras Phil se alejaba para encontrarse con su mejor amigo.
Volví mí cabeza hacia las mellizas.

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PERFIDIA
Novela JuvenilAlguien me dijo una vez que las personas somos despiadadas y crueles por naturaleza. Que aunque no lo quisiéramos, siempre lo llevaríamos con nosotros. Que de algún modo, una pequeña porción en nuestro inconsciente actúa injustamente gozando las de...