Capítulo 11 -segunda parte-

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Era de madrugada. Para ser más precisa, las dos en punto.
Envié un mensaje a mis padres con la excusa de acompañar a Nat. Para sostener mi mentira pedí a mi amiga que me encubriera. Me había repetido que le debía varios favores, y es que sí; ella era la que cubría mis escapes y estaba agradecida por ello.

Supuse que Eros, como mejor amigo del rubio, debía estar al tanto de lo acontecido, por lo que le informé acerca de la situación a él también.
Los médicos y enfermeras se movían a paso rápido por los pasillos de la sala de espera y yo aguardaba por respuestas sobre el estado de Keelan.
Después de la caída y con ayuda de varias personas fue trasladado en una camilla directo a la ambulancia, y de ahí al hospital. El público quedó consternado por la situación.
Angelo se culpó por lo que había sucedido —quizá haber nombrado a la pequeña no había hecho más que revivir acontecimientos pasados—; intercambiamos números y le prometí que estaríamos en contacto, y que no era el causante de lo sucedido, que quitara esa loca idea de su cabeza. Y es que Keelan era susceptible a todo lo que implicara aquel recuerdo.
Verlo en ese estado, tan deplorable, era algo nuevo para mí, acostumbrada a su personalidad temperamental y sus frases cortantes.

                             ~❄️~

La espera se volvía interminable en aquel sitio. Las agujas del reloj negro avanzaban lentamente y mis uñas parecían desaparecer entre mis dientes.
En el otro extremo un hombre delgado se alejaba hacia la salida, maldiciendo al personal con el cigarrillo entre sus dedos.
El carraspeo de un médico al que no había notado me devolvió al mundo real. Su semblante frío no me permitió imaginar en qué estado se encontraba Keelan, y la planilla que cargaba en sus manos presagiaba un bombardeo en preguntas para las que no estaba lista.

—Disculpe, ¿es usted familiar o posee algún vínculo cercano con el joven Keelan Maison?

Lo medité rápidamente. Si negaba aquella simple pregunta, entonces no habría posibilidad de conocer su estado, y aquello no estaba en mis planes. Asentí revolviendo la incipiente culpa que se presentó en mí.

—¿Ha atravesado alguna situación de estrés en los últimos días? —me cuestionó el doctor observándome de reojo.

Pues, la verdad es que yo desconocía por completo sus días, pero fui sincera respecto a lo que había acontecido frente a mis ojos.

—Él está atravesando algunos problemas familiares y uno de ellos fue mencionado antes de que ocurriera todo esto —le indiqué observando el lugar en el que estábamos. El entorno tan blanco desprendía monotonía por cada rincón.
No mencioné más de lo debido, puesto que el rubio era alguien reservado en cuanto a sus asuntos personales.

—De ser así, veo de suma prioridad que reciba algún tratamiento para su frágil estado. Esto va a continuar, y posiblemente empeore si no se atiende.

Recordé las palabras de Keelan cuando se refirió a la ayuda poco eficiente que había recibido tiempo atrás.

—Keelan se ha hecho tratar con anterioridad —afirmé mi respuesta con plena convicción.

—En su historial no figura algún tipo de seguimiento para su condición, señorita —revisó una vez más las hojas en movimientos rápidos—. Sus chequeos son aquí, su madre está asociada con este hospital pero las que veo son consultas de menor importancia.

¿Cómo era posible?¿No había existido tal tratamiento?

No repliqué al respecto, me limité a forzar una mueca acompañada de una actitud serena y pensativa para aplacar aquel engaño en mi interior. Por el momento no estaba en posición de emitir queja alguna.

—Oh, es cierto, lo olvidé por completo. La preocupación no me deja pensar con claridad —en tono bajo fingí estar horrorizada por la situación.

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