capítulo 14

25 2 0
                                        

Era un lunes por la tarde, Le Maison's restaurant se veía colmado de comensales por el descuento del día.
No sólo contaba con la presión de moverme como una marioneta por el salón con la rutina de limpieza, además, el gerente Steve estaba más exigente que los días habituales y me había dejado a cargo tomar los pedidos y entregarlos.
Natalie se encontraba bastante ocupada y escondía su cara de culo tras una sonrisa fingida.
Rich, nuestro compañero se aproximó en mi dirección exhausto.

—El hermanote de Keelan quiere que tú le tomes el pedido —posó una mano sobre mi hombro—. Le he dicho que estás ocupada con otros clientes pero insistió en que puede esperar. No sólo tenemos que aguantar a un Maison, ahora se le sumó otro —añadió con fastidio.

—Ya sabes lo que dicen: cría cuervos...

—Y te sacarán los ojos —finalizó conteniendo insultos. Él no tenía tanta paciencia como parecía—. Eso es justo lo que la bruja de su madre merece —argumentó complacido. Asentí en acuerdo y me dirigí al lugar en cuestión.

Zhein sonreía satisfecho ante mi llegada. Quise borrarle ese gesto de suficiencia de su rostro. Respiré profundamente y me ubiqué frente a él sosteniendo una libreta y una pluma.

—¿Qué desea comer? —pregunté con una sonrisa entre dientes siguiendo el protocolo de un profesional hecho y derecho.

—Lo que yo quiero es hablar, y no te he encontrado por ninguna parte.

—Será porque no quiero ser buscada —formulé la oración con la poca paciencia que me quedaba—. Debo tomar tu pedido —concluí invitándolo a hablar.

Aguardé tranquilamente durante el tiempo que le tomó observar la carta. Sus ojos bajaron lentamente como si la estuviera leyendo realmente. Pero lo que yo percibí fue el desafío en sus gestos. Lo pensó hasta que dejó el menú sobre la mesa y entrelazó sus manos por encima.

—Tomaré cualquier cosa. Solo te esperaré a ti el tiempo que sea necesario.

¡Yo sabía!

—Pues ponte cómodo, camarada — comenté sarcásticamente.

—Créeme que lo haré —respondió de la misma manera cruzando sus brazos con una sonrisa de lado. Le dediqué una última mirada de vete a la mierda y me fui para seguir atendiendo a las personas que verdaderamente iban a comer allí.

Cuando finalizó la jornada, Zhein era el único que había permanecido por más tiempo de lo habitual en el restaurante. No despegaba sus ojos del teléfono y tecleaba como si le hubieran inyectado una dosis extra de adrenalina en sus dedos.

—¿La peste todavía sigue aquí? —cuestionó Rich, que se encontraba al lado de Natalie.

—¡Demonios, si se va a ver así, que me contagie!

Nuestro compañero comenzó a reír ante las palabras de mi amiga.

—Tus comentarios me devuelven a la vida —negó observando al castaño, quien se retiró de su asiento cuando una empleada comenzó a limpiar y le dedicó unas palabras.

Salió por la puerta de ingreso, echando una última mirada sobre mí en plan: de verdad te estaré esperando. No iré muy lejos.

—Incluso ha solicitado solo a Ari para que lo atendiera, como si fueras exclusiva de él —Nat se acercó a mi oído procurando ser discreta— ¿Es sobre lo que me comentaste los otros días?

Respondí a su pregunta en un sí silencioso.

—Está esperándome, y no se irá hasta no hablar conmigo.

—Entonces es mejor que te apresures —me indicó Natalie dándome un empujoncito hacia la salida. Me despedí en un saludo breve mientras me aproximaba al encuentro.

PERFIDIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora