Capítulo 20

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POV BILLIE

—¿Qué pasa contigo? —jadeó Lucia mientras corríamos lado a lado—.

¿Por qué estás tan callada? me estás volviendo loca, mujer. Di algo.

Eché un vistazo hacia ella a medida que el sudor resbalaba por su cara roja. No le creí cuando dijo que estaba fuera de forma, pero por lo que veía en este mismo momento, estaba en lo cierto. No se veía fuera de forma. Creo que ahí es donde las personas se equivocaban.

Una persona grande puede estar en forma, y una persona delgada definitivamente puede estar fuera de forma. Lucia definitivamente era lo último. Las personas piensan que ser delgado automáticamente te pone en una mejor salud. En realidad, todo es una idea equivocada, y una triste idea por eso.

Estallé de la risa.

—¿Necesitas un descanso, amiga? Te estás poniendo de un tono de rojo que no creo haber visto nunca.

Frunció el ceño, balanceado su puño torpemente hacia mí. Lo esquivé con una carcajada y murmuró:

—Sí, sí. Moléstame si te hace sentir mejor. —Limpiando el sudor de su frente, corrimos cuando señaló a todo su cuerpo—. Simplemente estás celosa que no tienes todo esto. —Entonces, sonrió—. Los celos son una emoción voluble, Billie.

Mis pies desaceleraron, y cuando mi zancada rápida se convirtió en una caminata, sentí el ardor en mis piernas. Algunas veces es más difícil parar que seguir adelante. Jadeando y resoplando, puse mis manos en mis caderas y caminé sobre el lugar de un lado a otro, tratando de aliviar el escozor a través de mis piernas. Me arriesgué a darle un vistazo a Lucia, que se había doblado, con las manos sobre sus rodillas, luciendo lista para desmayarse. Me miró.

—¿Cuál fue la distancia?

Jugué un poco con mi sofisticado reloj fitness.

—Tres kilómetros.

Sus ojos adquirieron una mirada de incredulidad.

—¿Eso es todo? ¿Tres malditos kilómetros? Siento como si estuviera muriendo, ¡por el amor de Cristo! —gimió—. Patético. Completamente patético.

Me enderecé, luego di una palmada en su espalda.

—Unas cuantas semanas más de esto y verás; se va hacer más fácil.

—Me observó y la inmovilicé con mi mirada—. ¿Qué diablos te pasa? Solías hacer esta mierda sin esfuerzo. ¡Te ejercitabas más que yo!

El rostro de Lucia perdió toda expresión, así que cuando murmuró:

—Odio mi trabajo —estaba definitivamente sorprendida.

—¿Qué? —le pregunté con incredulidad. Caminó por el sendero y declaró una vez más:

—Odio mi trabajo.

Inmediatamente, pensé en su repentina necesidad de volverse a poner en forma.

—Espera. ¿Me estás diciendo que estás pensando en volver al juego? Se encogió de hombros, pero evitó mi mirada escrutadora.

—Tal vez. ¿Y qué?

—¿Y qué? —Me quedé con la boca abierta—. ¿Y qué? —Me detuve en seco, sacudiendo mi cabeza con incredulidad—. ¿Qué trajo este cambio repentino?

Me senté en la banca más cercana. Lucia hizo lo mismo.

—He terminado con lo de servir tragos. Demonios, me follo a todas esas mujeres, noche tras noche. No significa ni una maldita cosa. Las hago venir cada maldita vez. Uso mis viejos trucos, todos y cada uno. —Miró a mis ojos de manera significativa—. Las trabajo como una acompañante, Billie.

Sobre anoche (Billie Eilish y Tu) G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora