My dear golden boy.

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No sé a qué están jugando tú y tus profesores, Dumbledore, pero creo que ya he oído bastante. No tengo más que añadir. Me pondré en contacto contigo mañana, Dumbledore, para tratar sobre la dirección del colegio. Ahora tengo que volver al Ministerio.

Casi había llegado a la puerta cuando se detuvo. Se volvió, regresó a zancadas hasta la cama de Harry y luego a la de Adhara.

Sus premios—dijo escuetamente, sacándose del bolsillo dos bolsas grandes de oro y dejándola caer sobre la mesita de la cama de Harry y luego sobre la de Adhara—. Mil galeones, para cada uno, ambos ganaron, felicidades. Tendría que haber habido una ceremonia de entrega, pero en estas circunstancias...

Se encasquetó el sombrero hongo y salió de la sala, cerrando de un portazo. En cuanto desapareció, Dumbledore se volvió hacia el grupo que rodeaba la cama de Harry.

Draco acaricio la mejilla de Adhara.

No lo quiero—replicó Adhara con voz inexpresiva, mirando la bolsa de galeones como si aquella contuviera millones de maldiciones que podrían acabar con su vida en un parpadeo.—. No me merezco todo esto. Se lo merecía Cedric, quiero que se lo des a su familia.-su voz estaba dirigida únicamente a Draco.

La poción que se le había brindado le permitía dormir sin soñar o sentir, a la mañana siguiente había despertado y todos sus amigos cercanos de Slytherin rodeaban su camilla con bocadillos, pergaminos, y libros que podrían ser de su agrado. Pero ella los había ignorado, e incluso, a penas había dejado que Draco se le acercase.

Aquello contra lo que había estado luchando por momentos desde que había salido del laberinto amenazaba con ser más fuerte que ella. Sentía una sensación ardorosa y punzante por dentro de los ojos. Parpadeó y miró al techo.

-No podemos hacer eso Ad, entiende..

-¡Tu deberías entender lo que te estoy diciendo! ¡Quiero que el dinero se le otorgue a la familia Diggory! ¡No lo quiero!

No fue culpa tuya, Adhara—susurró Harry, mirándola apenado a pesar de que la había visto luchar por el lado "incorrecto"—Yo le dije que cogiéramos juntos la Copa, y también a ti.

༒︎

Incluso un mes después, al rememorar los días que siguieron, Adhara se daba cuenta de que se acordaba de muy pocas cosas. Era como si hubiera pasado demasiado para añadir nada más. Las recapitulaciones que hacía resultaban muy dolorosas. Lo peor fue, tal vez, el encuentro con los Diggory que tuvo lugar a la mañana siguiente.

No culparon a Harry ni a ella de lo ocurrido. Por el contrario, ambos les agradecieron que
les hubieran llevado el cuerpo de su hijo. Durante toda la conversación, el señor Diggory no dejó de sollozar. La pena de la señora Diggory era mayor de la que se podía expresar llorando.

Sufrió muy poco, entonces —musitó ella, cuando Harry le explicó cómo había muerto—. Y, al fin y al cabo, Amos... murió justo después de ganar el Torneo. Tuvo que sentirse feliz.

Al levantarse, sorprendentemente ella miró a Adhara (que mantenía su cabeza gacha por el sentimiento de culpa) y le dijo:

El me hablo muchas veces de ti, me temo que ahora tendrás que aprender a llevarlo en el corazón y no de la mano, cuida de su recuerdo como el cuido de ti cuando tu madre murió, porque estoy segura de que el te va a amar mucho más allá de la muerte, y me creo también, que ahora eso te dará una gran ventaja de vida.

Adhara cogió la bolsa de oro de la mesita.

Tomen esto —le dijo a la señora Diggory—. Tendría que haber sido para Cedric: llegó el primero. Cójanlo..no lo necesito.

"Hay una estrella que nos une por encima de las almas comunes."|𝕯𝖗𝖆𝖈𝖔 𝕸.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora