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A Italia casi le da un infarto cuando vio quién acababa de entrar en aquella misma cafetería

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A Italia casi le da un infarto cuando vio quién acababa de entrar en aquella misma cafetería. Alemania le miró burlón, mientras Italia seguía con la mirada fija en el español, sin ningún tipo de discreción. Estaba medio embobado.

—¡Qué suerte! ¿No?—Se burló Alemania para incomodar a Italia. El italiano sólo entonces se giró hacia su amigo y le lanzó una mirada asesina, mientras se sonrojaba un poco. 

—Sí, tanta suerte que viene con Portugal—gruñó, molesto, volviendo a girarse frente a sus dos amigos y perdiendo de vista a España y a Portugal, con el ceño fruncido. No le gustaba en absoluto que España pasara tanto tiempo con Portugal, a pesar de que el portugués y el español fueran mejores amigos.

—¿Por qué no vas y le hablas?—Propuso Alemania, lo cual puso alerta a Italia. Cuando el alemán proponía algo, todo el mundo sabía que en realidad se iba a hacer lo que él quisiera y punto. Sólo esperaba que Alemania no le fuera a obligar a interrumpir la charla de España y Portugal para decir cuatro estupideces.

—Porque está con Portugal y él me mira mal siempre que hablo con España.—Respondió. Aunque en realidad no era esa la razón. Le importaba lo que viene a ser poco si Portugal estaba junto a él o si estaba la reina de Inglaterra. Era más por vergüenza que por otra cosa. 

Alemania se cruzó de brazos y frunció el ceño, con desaprobación.

—¿En serio vas a dejar que un portugués que juega maincra te quite a tu Españita?—Preguntó, con una ceja alzada y mirándole, haciendo sentir a Italia como un cobarde siempre que le miraba así. Antes de que pudiera decir nada, hizo un gesto con la cabeza señalando a la dirección donde estaba la mesa ocupada por los otros dos europeos.—Vas a levantarte y a saludarlos con toda la tranquilidad del mundo, si es que aún te queda de eso.

—No.

Alemania se levantó de golpe y le miró, desafiante.

—¿Qué no? Te digo yo a ti QUE SÍ.

Italia le miró desde su silla, calmado y sin temer por lo que Alemania decía. Le dirigió una mirada indiferente sin mover un sólo músculo de donde estaba. 

—¿Te vas a mover?—Preguntó Alemania, con un suspiro. Italia siguió exactamente igual que antes y el alemán supuso que eso era un no. Luego sacó de su bolsillo su cartera y tras rebuscar un poco, sacó un billete de cincuenta euros y se lo tendió. Italia negó con la cabeza y resopló fastidiado.

Guardó el billete y después le tendió uno de cien. Italia se levantó de golpe de su sitio y agarró el billete como si su vida dependiera de ello.

—¡Hecho!—Saltó, sorprendiendo a Grecia al levantarse tan rápido. El italiano guardó el billete en su bolsillo y luego comenzó a caminar hacia la mesa de España y Portugal, bajo la mirada y la sonrisa del alemán. Se volvió a sentar.

En fin, el poder del dinero.

Italia agarró una silla de otra mesa sin ningún tipo de discreción y la colocó junto a la mesa del español y el portugués, quienes le miraron, sorprendidos, boquiabiertos y sin decir nada. Italia les sonrió y se sentó en la silla, como si nada.

—I-Italia... ¿Qué haces?—Preguntó España, con una ceja alzada. Italia giró su cabeza de inmediato hacia el español y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no quedarse mirándolo, embobado.

—Sentarme con vosotros.

Portugal carraspeó, llamando la atención del italiano, quien ahora le miró a él.

—No puedes venir y sentarte aquí por la cara.

—Claro que puedo, otra cosa es que no lo entiendas—ese comentario fastidió mucho a Portugal, quien tuvo que hacer un gran esfuerzo para no matarlo allí mismo. Bufó.—Seguid hablando, no molestaré.

—Claro que molestas—gruñó Portugal. Lo que estaba contándole a España ya era un tema del que le daba mucha vergüenza hablar hasta con su mejor amigo, lo único que le faltaba era tener a Italia de espectador.—Tú siempre molestas.

—Bueno, Portugal, deja que se quede...—Suspiró España, pues no quería tener que detener una pelea entre aquellos dos. Italia miró a Portugal y pestañeó inocentemente, con una sonrisa que se burlaba claramente de él. Portugal estaba hirviendo por dentro, pero supo contenerse.—¿De qué estábamos hablando?

—De temas que no pienso comentar con el tragapizzas delante—respondió, centrándose en España ahora, pero observando de reojo a Italia. 

Italia ignoró aquel apodo, a pesar de que en el fondo quería tomar prestada la navaja de su padre y apuñalarle. Le dirigió una mirada desafiante.

—Me gustaría ver tu gastronomía, tipo maincra—respondió Italia, pues no le encontraba sentido a burlarse de su gastronomía cuando poca gente conocía la gastronomía portuguesa, mientras que la italiana era mundialmente famosa. 

—Si tenemos que discutir sobre gastronomía, la mía gana—interrumpió España, tranquilamente.—Está entre las tres mejores gastronomías del mundo, en algunos tops la primera.

Italia quiso responder ante aquello que había dicho el español, pero no lo hizo. No era capaz de empezar una pelea con su amado español ni siquiera aunque fuera amistosa. 

—Estoy de acuerdo con España. La gastronomía española es mejor que la italiana.—Apoyó Portugal, mirando ahora a España. Italia frunció el ceño, y miró a Portugal, molesto.

—Sólo dices eso porque te lo quieres coger—respondió el italiano, asesinando al portugués con la mirada, quien se puso muy rojo y trató de ocultarlo, fingiendo que no pasaba nada.

—¿Que me quieres qué?—Preguntó España, preguntándose si había oído bien.

—Nada, cosas de machos—respondió Italia, restándole importancia al asunto con un gesto. España giró sus ojos.

—Siempre supe que era un maldito unicornio.

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A chiste ❀ ~ España × Italia ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora