{ 30 }

306 36 1
                                    

—¿Quieres quedar?—Le preguntó Italia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Quieres quedar?—Le preguntó Italia. Se sentía muy triste. Grecia estaba enfadada con ella, y Rusia y Alemania estaban en sus cabañas, viviendo su vida de pareja feliz con sus hermanos y sus padres.

España se lo pensó durante varios segundos, dudando. Por una parte, seguía ligeramente molesto por el beso que había visto en el centro comercial, pero, por la otra, a pesar de que ver a Italia no era lo que más le apetecía en el mundo, quería quedar con él para preguntarle. No le importaba que sonara muy cotilla o muy poco discreto, pero necesitaba saberlo.

—E-está bien...—Terminó por decir, ligeramente triste. —¿En mi casa en veinte minutos? Estoy solo.

Italia respondió que estaba bien y se vistió con ropa un poco más decente. La que llevaba estaba bastante arrugada y no quería presentarse así en la casa de España. Se vistió con una simple sudadera, unos pantalones y unas zapatillas. Se maquilló un poco y salió de casa, nervioso. Había notado que España estaba triste, y quería saber la razón para poder ayudarle.

Estaba casi temblando cuando llegó hasta la casa de España. El hecho de estar los dos solos le emocionaba y le inquietaba a la vez. Pero era mejor así, pues podrían hablar de lo que quisieran sin tener que preocuparse por si alguno de los dos compañeros de piso de España les espiaba.

Inspiró hondo varias veces antes de llamar al timbre de la puerta. No se oyó ningún ruido desde dentro. Ni siquiera un "voy" por parte de España para indicar que le había escuchado. Por unos segundos, temió que fuera todo un engaño para molestarle, y que en realidad no hubiera nadie en casa.

Pero tampoco tenía sentido. España podía  estar triste o molesto con él, pero no tenía sentido que hiciera eso. 

Casi medio minuto después, el español por fin abrió la puerta. No le sonrió tiernamente, ni le abrazó, ni le saludó. Simplemente se apartó para que Italia pudiera pasar a su casa y después cerró la puerta.

—Hola—saludó el más alto, con una sonrisa tímida. España le observó durante varios segundos y la imagen de Italia besando a aquel chico volvió a su mente, haciendo que se sintiera aún peor.

—Hola—respondió, sin ningún tipo de emoción. Después se sentó en el sofá, mientras Italia sonreía levemente, dudando sobre si seguirle o no. No supo de qué hablar con él. Todo estaba en silencio, y España tampoco ayudaba. Simplemente tenía la vista clavada en la televisión apagada, con la cabeza en otro mundo.

—¿Estás bien?—Preguntó Italia, sentándose  a su lado en el sofá, aunque manteniendo las distancias porque era obvio que el español no se encontraba del todo cómodo con él. ¿Qué demonios le pasaba? Hacía unos días, se había acurrucado con él en el cine (había sido, ciertamente, para recibir calor y no porque le quisiera, pero igualmente lo había hecho), y ahora ni siquiera le sonreía.

El español asintió de inmediato, aunque no dijo nada y estaba tan claro que mentía que resultaba hasta casi insultante.

—España, no soy tonto. Sé que te pasa algo. —Insistió Italia, y el menor no dijo nada, dudando sobre si decírselo o no. Había hecho que viniera a su casa porque quería preguntarle sobre lo que había visto en el centro comercial, aunque sonara muy descarado. —¿Puedo hacer algo para ayudarte? Si me lo cuentas, quizás te pueda ayudar.

España se quedó callado durante varios segundos, tratando de que no se le llenaran los ojos de lágrimas. Justo cuando Italia iba a insistir, pegándose un poco más a él, el español decidió hablar, con vergüenza. 

—Es que...—Hizo una breve pausa. —Ayer e-estaba por el centro comercial con Portugal y con Noruega y... Y...—Hizo una breve pausa, con algunas lágrimas en los ojos, pero tratando de disimularlo. —Te vi besando a otro chico. —Se mordió la mejilla por dentro para tratar de que su voz no sonara todavía más débil y temblorosa, pues tenía tantas lágrimas en los ojos que estaba seguro de que lloraría en cualquier momento. —¿Quién era ese? ¿Tu pareja?

Italia suspiró y se quedó callado, sintiéndose muy culpable. Por otra parte, estaba contento. No porque España se sintiera mal por su culpa, sino porque estaba celoso. Celoso porque le había visto con otro chico, y si no podía soportarlo hasta el punto de que le hacía llorar, era porque quizás... Quizás le gustaba a España.

Pero era una idea demasiado estúpida.

—Bueno, eh... —Se quedó callado, sin saber qué decir, mientras el español lloraba un poco. El más alto no podía verlo así. —Se llama Daniel y no es mi pareja, sino un amigo.—España le miró raro, y se apresuró a seguir:—Pero él fue mi pareja cuando tenía dieciocho años y hacía tiempo que no lo veía porque es cantante y pasa mucho tiempo en otras ciudades y en otros países. Entonces... Bueno, supongo que quiso volver a recordar cuando éramos pareja hace unos años y me besó.

—Dos veces—añadió España, limpiándose las lágrimas.

—Dos veces—repitió Italia, antes de seguir. —Pero nada más. Tengo que admitir que es guapo, pero a él le gusta un amigo suyo y a mí también me gusta una persona, así que pasamos el día juntos y después cada uno se fue a su casa. 

No quiso mencionarle que se había acostado con él porque estaba seguro de que eso empeoraría muchísimo más el estado del español. Éste se quedó callado durante varios segundos, sin saber si creerse lo que Italia le decía.

Por una parte, era muy raro que dos amigos, por muy bien que se llevaran, se besaran, y menos con esa pasión, aunque hubieran sido pareja antes. Por la otra parte, dudaba que Italia le estuviera mintiendo porque le veía incapaz de hacerlo.

—Te prometo que no hay nada más. No es mi pareja ni nada parecido. De hecho, en dos días se va otra vez de gira con su grupo de música y no sé cuándo le volveré a ver. —España se secó un poco más las lágrimas, e Italia le miró.

Se atrevió con algo de miedo, a abrazarle con cuidado, esperando que España, enfadado y molesto con él, le apartara con brusquedad. Sorprendentemente, eso no sucedió, sino que se quedó abrazado a él, tratando de calmarse. Italia no lo soltó hasta que no estuvo seguro de que se encontraba mejor.

Entonces, con algo de miedo porque no sabía lo que pasaría, se agachó hacia él y le dio un corto beso en la mejilla para que no se sintiera tan mal.

España volvió a abrazarle, con las mejillas húmedas.

(...)

España ya encontraba mejor. Se había lavado la cara, pero, por desgracia, no había conseguido que la marca negra de su mejilla que Italia le había hecho después de besarle se marchara. Lo que significaba que cuando Noruega y Argentina llegaran a casa, le tocaría soportar burlas, comentarios y preguntas.

Sonrió, mientras notaba el brazo de Italia alrededor de los hombros. Eso le hacía sentir bien. También le hacía sentir seguro. No estaba seguro de si le gustaba Italia o no, pero disfrutaba de su compañía.

Al final había decidido creerle, pues además, sí se había dado cuenta de que el chico que acompañaba a Italia era famoso, de modo que decidió creer lo que el más alto le decía. Y ahora se encontraba junto a él, viendo una película, y ambos cubiertos con una manta por encima para no tener frío.

Aunque el calor corporal que se daban el uno al otro habría sido suficiente.

Aunque el calor corporal que se daban el uno al otro habría sido suficiente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A chiste ❀ ~ España × Italia ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora