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Hacía unos meses, Italia jamás llegaría a pensar que acabaría mirando así a España.
Le cuesta darse cuenta de que de verdad ama a España, y cuando lo hace, se propone a sí mismo conseguir al español cueste lo que cueste. Para ello, recibi...
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—¿Qué piensas de lo de Rusia y Alemania?—Preguntó Italia. No le agradaba la idea de hablar de alguien que no fueran él y España, pero de lo contrario, sabía que se quedarían en silencio otra vez y se negaba a eso. España levantó la cabeza, sin entender nada.
—¿Qué pasa con ellos?—Quiso saber el español, con una ceja alzada. Italia se preguntó cómo era posible que no lo supiera. Se notaba a kilómetros.
—Se ve de lejos que se gustan. —Respondió el más alto, mirando por encima de su hombro para ver a Rusia y a Alemania, aunque en esos momentos no se encontraban hablando. En realidad, Rusia le estaba diciendo algo al alemán, pero este ni siquiera le miraba. Parecía molesto con algo o alguien. O quizás estaba triste. O enfadado.
España también les miró durante varios segundos, aunque no pareció muy convencido.
—¿De verdad que a Alemania le gusta? Porque no lo parece. —Respondió el menor, volviendo a mirar a Italia.
—Claro que sí, se nota demasiado. —Se limitó a responder él. España no le dijo nada, justo cuando Italia se levantaba de la arena. —Voy a bañarme, ¿Tú no...?
—No—respondió España, sin mirarle. Italia diría que incluso estaba un poco molesto, de modo que no quiso decirle nada más y comenzó a alejarse.
España se quedó tumbado sobre su toalla, preguntándose qué hacer. Ni siquiera sabía por qué demonios estaba allí. No podía bañarse, y además, Portugal no estaba allí con él para entretenerle.
De modo que, al final, decidió levantarse del suelo y caminar hacia Alemania, que también estaba tumbado en su toalla, solo y mirando el mar, aunque parecía estar en otro mundo. Polonia, con quien hasta ahora había estado sentado hablando, también había decidido marcharse unos minutos al mar.
Se sentó frente a él, tratando se sonreír como podía para que no se notara que no estaba demasiado alegre en esos momentos. Alemania le miró.
—Hola—saludó España, sonriendo tiernamente. Aunque se notaba que no era la sonrisa de siempre. Alemania sonrió tristemente.
—Hola—Alemania le devolvió el saludo. —¿Por qué no vas a bañarte con Italia?
España se sonrojó levemente. No era la mejor cosa que le podían preguntar en esos momentos, pero aun así se vio obligado a responder, borrando un poco su sonrisa mientras el dolor de barriga aumentaba un poco.
—No puedo.
—A mí... No me apetece.
—Oye... ¿Puedo preguntarte una cosa?—Alemania le miró con curiosidad, pero no preguntó nada. Asintió levemente, encogiéndose de hombros. —¿Te... Te gusta Rusia? Italia dice que sí y que se te nota demasiado, pero... Yo prefiero preguntártelo a ti.
Alemania se encogió de hombros con un suspiro y aspecto triste, sin saber muy bien qué responder.
