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Portugal continuaba sentado al lado de España, que se quejaba por el dolor todo el tiempo

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Portugal continuaba sentado al lado de España, que se quejaba por el dolor todo el tiempo. Por decimonovena vez en diez minutos, se dobló por la cintura, con las manos en la barriga y cara de dolor, mientras soltaba una exclamación.

Jadeó un poco y luego volvió a apoyarse en la pared del puesto que habían montado y decorado, mientras el portugués le acariciaba el cabello para que se olvidase un poco del dolor, aunque no parecía estar funcionando.

Hasta que Portugal llamó a Alemania, con la esperanza de que el alemán conociese algún método o manera para que a España se le pasase lo que fuese que le ocurría.

Alemania se arrodilló frente al español, y le miró a los ojos. Antes de nada, no pudo evitar preguntar.

—Es por lo que me contaste el mes pasado ¿No?—Preguntó el alemán, sabiendo que el español no quería que nadie supiese lo que le ocurría, en el caso de que fuese lo que Alemania sospechaba.

España asintió levemente y volvió a doblarse por la cintura, aún con las manos en la barriga. Soltó una exclamación de dolor. Alemania le ofreció la mano al español para ayudarle a levantarse.

España logró ponerse en pie y, con ayuda de Alemania, se dirigió hacia quién sabe qué lugar, pues ninguno de los países se molestó demasiado en seguirles con la mirada.

Portugal miró por primera vez a Italia, quien le devolvió la mirada, con ganas de matarle.

—¿Por qué está así? ¿Qué le ocurre?

—Nada que te importe, nada que él quiere que sepas ni nada que te vaya a contar—respondió Italia, con odio.

(...)

Cuando España regresó junto con Alemania, no tenía cara de estar mucho mejor. De hecho, le seguía doliendo la barriga, aunque al menos gracias a Alemania ya no le dolía tanto.

Dado que habían terminado de decorar y ya no tenían nada más que hacer, decidieron volver a casa y regresar al día siguiente.

Alemania acompañó a España hasta su casa. El español, con una sonrisa a pesar de que quería morirse, agarró a Michi y lo metió en el transportín, para después volver a salir, sorprendiendo a Alemania.

—Quiero que Michi y Benito se conozcan hoy y ahora—habló el español, mientras cerraba la puerta de su casa, junto con Michi en el transportín.

Alemania sonrió emocionado y agarró a España de la mano, para después empezar a guiarle hacia su casa, hablando todo el tiempo de lo bien que se iban a llevar los dos felinos.

Cuando por fin llegaron, tras diez minutos de caminar por las calles, Alemania sacó las llaves del bolsillo y abrió la puerta de su casa.

Lo primero que vieron fue a Benito, que continuaba tumbado en la puerta principal. El cachorro levantó la cabeza en cuanto vio a su dueño y a un extraño entrar en la casa.

A chiste ❀ ~ España × Italia ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora