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Observaba de lejos a España hablar con Portugal, que por fin se había dignado a aparecer, mientras se odiaba sí mismo una y otra vez por haber bebido la noche anterior

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Observaba de lejos a España hablar con Portugal, que por fin se había dignado a aparecer, mientras se odiaba sí mismo una y otra vez por haber bebido la noche anterior. Ahora, el español no le quería ni ver, y era probable que le estuviera contando a Portugal todo lo que le había hecho al español.

Sentía unas ganas terribles de llorar. Lo único que quería era que España entendiera que él nunca había querido hacerle nada que pudiera incomodarle, y menos de esa forma. Además, Grecia todavía no le había perdonado, aunque Italia notaba que se estaba ablandando un poco con él.

Se mordió el labio hasta hacerse sangre, con lágrimas en los ojos, y se levantó del sofá antes de que nadie pudiera verle llorando. No quería llamar la atención. Tan sólo quería irse a su casa y pasar el día entero hablando con Daniel por teléfono, quien ya había aterrizado en Nueva York.

De modo que eso hizo. Recogió sus cosas y salió de la casa USA sin avisar a nadie. Vio cómo España le miraba de reojo, con gesto dolido, pero no hacía ni decía nada, volviendo a prestarle atención a Portugal, que le hablaba con una sonrisa en la cara.

Regresó a su casa, y no respondió a su padre cuando éste empezó a hacerle preguntas sobre a dónde había ido y con quién había estado.

Se encerró en su habitación dando un portazo y se derrumbó sobre la cama, para después cubrirse entero con las sábanas. Por fin podía llorar tranquilo.

(...)

No sabía la hora que era cuando su padre entró a su habitación, pero estaba seguro de que había pasado más de una hora. Lo que sí sabía era que Italia Fascista había entrado a su cuarto con cara de preocupación, y le había preguntado si estaba bien o si pasaba algo.

Al principio, Italia le había dicho que estaba todo bien, aunque se notaba de lejos su voz temblorosa, y se oía perfectamente su llanto.

Pero el más mayor no había querido irse. De hecho, se había sentado en la cama de su hijo, asegurándole que no se iba a levantar de allí hasta que le dijera qué le ocurría.

Tras casi dos minutos de insistir, finalmente, Italia había salido de debajo de las mantas y se había lanzado a abrazar a su padre con fuerza, llorando más. No le importaba parecer débil, solo quería estar con alguien. Quería que España lo entendiera todo y le perdonara.

El menor se había negado a soltar a su padre, e Italia Fascista le pidió que se calmara como si estuviera tratando de calmar y consolar a un Italia de siete años, en vez de a uno de veintidós. Le revolvió el pelo con gesto cariñoso, mientras sonreía un poco para calmarle, respondiendo a su abrazo.

—¿Qué pasa, Italia? —Le preguntó, con voz tranquila, mientras se colocaba a un lado de la cama, apoyado en la pared, y sin que su hijo le soltara ni un segundo, con la cara enterrada en su uniforme militar.

El menor dudó sobre si decírselo o no. Estaba claro que no le podía decir que el responsable de su estado era España, pues sabía que, si lo hacía, su padre iría directo a matar al español. Y no era ningún tipo de tontería, Italia Fascista era perfectamente capaz de hacerle eso al español por haberle hecho sentir así a su querido hijo.

A chiste ❀ ~ España × Italia ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora