—Y bien, ¿por qué estás aquí? —pregunté sin apartar el látigo de su cuello.
—Suéltame, princesita.
—No estás en condiciones de exigir algo. Respóndeme y te soltaré —Insistí, mientras aumentaba el calor de mis llamas otra vez.
La poca luz que provenía de la luna y las que generaba mis llamas, me permitieron observarla: tenía exactamente la misma ropa que usó durante la clase y noté que comenzó a sudar y a sonrojarse debido al calor que yo provocaba. No me importó, no cedería hasta que me dijera la verdad.
—Sen... Sentí que Chimuelo podría estar en peligro.
—¿Cómo?
—No lo sé. Fue un presentimiento. Comencé a caminar y terminé aquí. Puedo sentir que Chimuelo está muy cerca, pero no lo encuentro.
Eso me confirmó que el hechizo funcionaba a la perfección.
—Espero por tu bien que no intentes engañarme —Disminuí el calor, pero el látigo seguía en su lugar.
—¡Estoy diciendo la verdad, Izzy! —Me aseguró al borde de las lágrimas.
—Isabelle para ti —le aclaré —. Y espero que no me mientas y la próxima no saldrás ilesa—. Liberé su cuello y agregué: —Vete.
—Pero... ¿Y si Chimuelo está en peligro?
—Yo me encargaré de él. Vete.
Se apresuró para irse y cuando me aseguré de que nadie estaba alrededor, entré a la cueva. Encendí las antorchas que instaló Scott cuando supo de la cueva y la luz me dejó ver a Chimuelo durmiendo, pero cuando me sintió cerca, se despertó. Se levantó un poco y yo me acerqué a acariciarlo.
—Hola, amigo —. Él inclinó su cabeza hacia un lado, como hacen los animales cuando no tienen algo. Probablemente no comprendía qué hacía allí durante la noche —. Sabrina estuvo aquí —. Se levantó aún más y comenzó a buscar algún aroma extraño dentro de la cueva—. No aquí dentro, estaba afuera, buscándote. Pero no te preocupes, ya me encargué de ella. Aunque por las dudas, me quedaré esta noche contigo.
Él movió su cabeza de arriba a abajo, muy emocionado. Casi podría decir que estaba feliz. Han pasado casi tres años desde la última vez que pasé la noche con él. Me sentía insegura en el castillo, tenía pesadillas y nadie podía calmarme. Así que venía y le contaba distintas cosas sobre mi día, para así olvidar lo que me pasaba. Cada día tenía algo nuevo para contarle. Ser una niña curiosa y extrovertida siempre me brindó buenas historias para contar. Desde que me fui del castillo no volví a dormir con Chimuelo. Vivir sola me dio paz.
Busqué el saco de dormir y la almohada que tenía guardada ahí, para ocasiones como esas, y lo dejé al lado de Chimuelo. Hice que la luz de las llamas disminuyera un poco y me quité los zapatos para acostarme.
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El reinado del Dragón
FantasyEsta no es la historia de una damisela en apuros. Esta es una historia de una princesa que se enfrentó a muchas personas con tal de obtener lo que deseaba y lo que era suyo por nacimiento. Esta es la historia de una hermana, a la cual le arrebataro...