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Al día siguiente, nuestro mejor aliado para la resaca fueron varios litros de agua y analgésicos

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Al día siguiente, nuestro mejor aliado para la resaca fueron varios litros de agua y analgésicos. La resaca nos pegó duro. A unos más que a otros. Luisa sentía que se moría por el dolor de cabeza. Por otro lado, Samuel seguía molesto con ella y no se molestó en disimularlo. Así que luego de que ella fuera ignorada por varias horas, le preguntó qué le pasaba y se lo contó. Su rostro se enrojeció y se disculpó por su comportamiento.

La otra persona que tenía un fuerte dolor de cabeza era la coqueta domadora. Cuando despertó me miró como si nada hubiera pasado y en parte era verdad. Nada pasó, pero sus indirectas no se borraban de mi mente. Me dejaron inquieta.

Los planes de ese día fueron cancelados porque una fuerte tormenta estaba sobre Madrid y no podíamos salir a las calles. Así que aprovechamos y usamos las instalaciones del hotel para relajarnos, hasta que fuera la hora de irnos a Londres.

Luego de almorzar, fuimos a las piscinas. Duramos dos horas jugando en el agua y riendo. En determinado momento comencé a sentir demasiadas ganas de vomitar. Me sentía enferma. Salí del agua como pude y corrí al baño de la piscina. Llegué al inodoro justo a tiempo para vomitar. Cuando me sentí mejor, lavé mi boca y salí, encontrándome a X en la puerta.

—¿Estás bien? —Comenzó a inspeccionarme —. Estás pálida.

—Acabo de vomitar —dije con asco.

Sus ojos se abrieron demasiado y me miraba con pánico. Lo entendía. Debió pensar que podría estar embarazada, pero él había olvidado el detalle de que recién había acabado mi período. Se lo expliqué antes de que le diera un ataque al corazón y se relajó notablemente. Me dijo que tal vez algo que comí me cayó mal y yo le di la razón.

Iba a regresar al agua, pero comenzó a dolerme demasiado fuerte la cabeza y me sentí mareada. X me sujetó de la cintura para evitar un posible accidente y me llevó al penthouse. Me bañó para quitarme el olor a cloro y me puso el pijama. Me sentía débil, lo cual era extraño. Nunca me enfermaba. Gozaba de buenas defensas y salud.

Habían pasado tres horas y mi situación no hacía más que empeorar. Estaba incómoda y febril. Dos horas después, X presentó los mismos síntomas, pero más leves. Así que Samuel llamó al servicio médico del hotel y en pocos minutos estuvieron en la habitación.

Nos preguntaron qué habíamos hecho las últimas cuarenta y ocho horas, y algunos datos más. Con la ayuda de sus poderes, logró diagnosticar envenenamiento y saber cuál tipo era. Al parecer era uno nuevo que provocaba síntomas comunes como los que tuve para ocultar que realmente estaba matando mis órganos. Por suerte lo llamamos a tiempo y él conocía el antídoto.

La teoría era que lo pusieron en mi bebida la noche anterior, pero lo extraño era que siempre las revisaba con magia antes de beber. Yo tenía los síntomas más fuertes, así que supusimos que X se envenenó cuando me besó, ya que podría haber quedado algún residuo en mi lengua.

El reinado del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora