30.

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Con la llegada de Eclipsa a mi casa, tuve que enviarle un mensaje a X para que saliera del baño, pero debía mantenerse encerrado en la habitación de invitados. Yo llevé a Eclipsa a mi habitación y la cerré con llave para evitar que por accidente encontrara a mi huésped. Cuando desperté, me cambié de ropa lo más rápido que pude y salí de la casa con la gata. Mi idea era llevarla al castillo y desayunar ahí para dejar la casa libre para X.

—Pensaba que vivías en el castillo —me contó mientras caminábamos.

—No. Me mudé hace años.

—¿Por qué?

—No quería que mis padres tuvieran tanto control sobre mí. Estaba harta.

—Está bien. Si eso era lo mejor para ti.

—Lo era. Estoy muy feliz con mi decisión.

Esperaba que la gata dejara de preguntar. No tenía ganas de conversar antes de desayunar. Seguimos caminando en silencio y lo único que escuchamos eran los sonidos de las aves y el crujir de las hojas secas que pisamos.

Cuando llegamos al castillo, fui directo al establo para alimentarla. Había colocado platos y comida en varias partes del castillo. Fui al comedor a desayunar con mis hermanos. Scott y Jessica también estaban comiendo.

—Buenos días —dije cuando entré.

—Buenos días, bonita —saludó mi tía.

Me senté al lado de Samuel y María; una de las empleadas de la cocina, se acercó a llenar mi taza con café. También me dio un plato de fruta y otro con tostadas francesas.

Luego del desayuno, fui a la sala del trono con Scott. Me senté en mi trono para encantar el lugar y que así, nadie pudiera escucharnos. Me gustaba sentarme ahí para pensar. Lo hice muchas veces cuando mis padres eran los reyes. Imaginaba mi coronación y cómo quería lucir ese día.

—¿Qué averiguaste? —le pregunté.

—Hopper sabe menos que nosotros. No sintió al guardián de Alex cuando vino. En cambio, no descartó que Laura haya hecho todo lo que le conté. Quiere que le digamos a la familia.

Su respuesta me decepcionó, pero en cierto modo la esperaba. La búsqueda de Alex no estaba siendo fácil y eso debía cambiar con urgencia.

—Está bien. Iré a decirles. ¿Me acompañas?

—Claro.

—Espero que salga bien.

—También yo.

—¿Sabes dónde están?

—En su oficina. Desayunaron ahí.

La oficina no quedaba lejos de la sala del trono, así que de camino llamé a Chimuelo.

—¿Estás bien?

—Por ahora. Iré a decirles a mis padres que Alex está vivo. Scott me acompañará. ¿Podrías aparecer en su oficina en tu forma astral?

—Por supuesto. Estoy en camino.

Quedaban pocos metros entre nosotros y la puerta. Mis manos sudaban y mi corazón se aceleró. Me sentía como una adolescente metida en problemas. Toqué la puerta y esperé unos segundos antes de entrar.

—Buenos días —dije mientras asomaba mi cabeza por el hueco de la puerta.

Ambos estaban en sus escritorios, estudiando unos documentos con mucha atención.

—Hola, cariño —dijo mi madre con una cálida sonrisa. Dejó los papeles sobre la mesa, pero noté que Alfonso los escondió en un cajón —. Hola, Scott. Pasen.

El reinado del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora