Cuando llegué a la sala de armas, me puse los guantes de boxeo y colgué el saco. Luego de dar el primer golpe, sentí que mi sangre se calentaba y fluía más rápido. No necesitaba verme en el espejo para saber que mis ojos estaban rojos y que mi cabello estaba ardiendo. Tenía que calmarme o el castillo ardería en cualquier momento.
—Alexa, pon ...Ready for it? de Taylor Swift.
—Reproduciendo ...Ready for it?
Con la canción adecuada, volví a golpear el saco. Cuando me sentí más calmada, me detuve para no sudar. Agarré una botella de agua de la heladera y bebí un largo trago. Pensé en irme, pero miré mi arco. Reclamaba mi atención y no dudé en acercarme. Acomodé el carcaj en mi cadera, agarré el arco y fui hacia mi zona de tiro: una sala de hologramas. Mi mejor amiga la construyó para que pudiera disparar a objetivos móviles.
Al entrar, una voz robótica me dio la bienvenida.
—Bienvenida, reina Isabelle.
Cada vez que escuchaba ese saludo, sonreía sin poder evitarlo. La primera vez que entré, lo hice acompañada por mi amiga. Me dijo que yo sería la reina de esa sala sin importar lo que mi padre o cualquier otra persona dijera.
—Gracias, L. Pon objetivos aéreos.
—Sí, majestad.
Quité la música para disfrutar del sonido que hacía la cuerda al soltarse. Coloqué la primera flecha en el arco y comencé a girar sobre mí misma, esperando a que el objetivo apareciera. Tres segundos después, un ave amarilla apareció a mi derecha, recibiendo una flecha en la cabeza. Recargué el arco y la próxima ave se manifestó volando en círculos hacia mí. Apunté y cuando la flecha lo atravesó, se deshizo. Esperé al siguiente objetivo y disparé. Así sucesivamente hasta que el carcaj quedó vacío. No quería parar, así que fui a la zona de los cuchillos.
Empecé con el cuchillo de hoja más corta y me posicioné a una distancia mayor a dos metros. Respire hondo, mire mi blanco y lancé el cuchillo. Mi sonrisa apareció otra vez. Esa arma no era mi favorita, pero era útil y debía ser excelente con ella. Busqué otro lugar para clavar el cuchillo, en otra pared y cuando lo encontré, lancé.
Seguí practicando mi puntería, hasta que escuché que alguien se acercaba a la sala de armas, pero como estaba de espaldas a la puerta, no podía ver quién era. Ahí no había espejos, así que seguí practicando como si no hubiera escuchado, pero me mantuve alerta. No sabía si mi padre buscaría continuar la conversación. Esperaba que no, sino recibiría la caricia de mi cuchillo.
Cuando percibí un perfume muy conocido para mí, agarré el cuchillo más próximo y lo lancé en dirección a la puerta. Mi tío logró esquivarlo a tiempo, haciendo que se incrustara en la pared del pasillo.
—Me enorgulleces, Bell.
—Siempre fui tu favorita, Scott —presumí mientras analizaba su atuendo.
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El reinado del Dragón
FantasíaEsta no es la historia de una damisela en apuros. Esta es una historia de una princesa que se enfrentó a muchas personas con tal de obtener lo que deseaba y lo que era suyo por nacimiento. Esta es la historia de una hermana, a la cual le arrebataro...