Estaba en una habitación iluminada por la luna mientras escuchaba a un bebé llorar. Me encontraba de pie al lado de la ventana sin poder moverme; era como si mis pies estuvieran pegados al suelo. La luz de la luna iluminaba dos cunas en el centro del lugar con sus ocupantes dentro: un niño usando ropa celeste y una niña usando violeta.
La habitación no era muy grande. Además de las cunas, había armarios, un mueble para cambiar pañales y dos sillones mecedores. Un ruido entre los arbustos que estaban debajo de la ventana interrumpió mi escrutinio. Me incliné lo más que pude para ver, pero no encontré nada. Al no poder moverme para ver mejor, volví a mirar al interior de la habitación. Esa vez, encontré a una persona encapuchada y dándome la espalda. Vi que introdujo sus manos en la cuna y levantó al niño que estaba llorando. Por la tensión en su cuerpo y la inquietud del bebé, deduje que no era ninguno de sus padres. Pronunció algo que no logré comprender y él dejó de llorar.
Observé que la niña estaba demasiado tranquila, como si estuviera en un sueño muy profundo. Escuché un chasquido y vi que apareció un bebé desconocido en la cuna que estaba vacía. La persona emprendió su camino hacia la ventana para irse con el niño, pero antes de llegar a mi lado, la luz de una linterna iluminó su rostro. Era una mujer joven y bella, con cabello rubio, largo y ondulado.
—¡Alto! ¡No se mueva! —gritó una voz masculina desde el exterior.
Ella no notó mi presencia. O tal vez yo no estaba ahí.
Giré la cabeza para averiguar si el guardia podía verme, pero no lo encontré. Cuando miré hacia la habitación otra vez, la mujer y el niño ya no estaban. La puerta se abrió dejándome ver a un guardia acercándose a las cunas. Ya que no lo vi alarmado, supuse que ambos niños estaban en perfectas condiciones, pero lo que ellos no sabían es que ese niño no debía estar ahí. En cuanto el guardia se fue, el sol hizo acto de presencia. Fue extraño, ya que la noche estaba tan oscura que no dejaba ninguna evidencia de que fuera a amanecer pronto.
La verdadera situación se dio a conocer cuando una pareja entró y se dieron cuenta de que el niño no respiraba. Los vi mover la ropa del niño, revelando un mensaje en su pecho:
«La venganza es un plato que se sirve frío y esto es solo la entrada.»
Escuché al hombre leer el mensaje en voz alta, pero me costó comprender. Su voz se escuchaba distorsionada y tampoco podía verle el rostro, estaba borroso. Cuando terminó de leer, la madre se dejó caer al suelo sin ningún tipo de delicadeza y comenzó a llorar. Un momento después, cinco guardias se presentaron delante de ellos y escucharon las órdenes del hombre. Él levantó a su esposa del suelo y se la llevó lejos de la habitación.
De a poco comencé a escuchar que alguien susurraba mi nombre. Moví mis ojos por todo el lugar y descubrí que la cuna de la niña tenía bordado el nombre Isabelle y en la cuna del niño, decía Alexander.
La voz se escuchaba cada vez más fuerte y muy cerca de mi oído. Sentí que mi cuerpo se sacudía sin parar. Ignoré esa voz y traté de seguir buscando algo que indicara si mis sospechas eran ciertas, pero no encontré nada. Volvieron a llamarme y de a poco, la habitación estaba desapareciendo para dejar en su lugar una que conocía muy bien.
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El reinado del Dragón
FantasíaEsta no es la historia de una damisela en apuros. Esta es una historia de una princesa que se enfrentó a muchas personas con tal de obtener lo que deseaba y lo que era suyo por nacimiento. Esta es la historia de una hermana, a la cual le arrebataro...