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El ascensor no dejaba de caer y si no hacíamos algo rápido, moriríamos por el impacto

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El ascensor no dejaba de caer y si no hacíamos algo rápido, moriríamos por el impacto. X usó sus poderes para detener el ascensor y Samuel ayudó reforzando el agarre. Al mismo tiempo, abrí un portal que las chicas atravesaron, luego yo y por último los chicos. El ascensor llegó a la planta baja en tiempo récord, provocando un terrible estruendo.

Mi portal nos dejó en el piso diecisiete para buscar al hombre que me sonrió, porque sospechaba que él tenía algo que ver. El pasillo estaba vacío, por lo cual encontrarlo fue fácil. Estaba a pocos metros de nosotros, con un celular descartable en la oreja, mirándonos sorprendidos. No esperaba que siguiéramos vivos. Corrí hasta él, para luego agarrarlo del cuello y estrellarlo contra la puerta. Usé mi magia para atraer el celular y dárselo a Luisa para que rastreara la llamada.

Ella se alejó para hacer su trabajo y darme espacio.

—¿Tú intentaste matarnos? —pregunté con mi mano aún en su cuello. No respondió y mi paciencia se estaba agotando. Miré a X y entendió lo qué quería hacer. Las ventanas eran bastantes grandes para que nuestro nuevo amigo flotara un rato. Lo llevamos hasta el borde del edificio y volví a preguntar —. ¿Por qué quieres matarnos?

No respondió, así que lo empujé dejándolo caer hacia la calle. Sus gritos desesperados alertaron a las personas que estaban en la calle. Hice un hechizo para que no pudieran verlo desde ningún ángulo. X y yo nos acercamos al borde y cuando vimos que estaba a punto de estrellarse, él usó sus poderes para subirlo y devolverlo con nosotros.

—¿Responderás o seguiremos jugando? —preguntó X mientras lo mantenía en el aire.

Sin respuesta.

Cambié el color de mis ojos y mi cabello estaba lleno de llamas. Formé el látigo y envolví su cuello para quemarlo. Él volvió a gritar y comenzó a retorcerse.

—¡Detente, perra! —gritó desesperado.

—Amor —. Nos miramos —. ¿Alguna vez te conté que mi forma de deshacerme del enojo es quemando cosas? —Sonreímos al sentir su miedo, que era muy justificable. Yo podía transformarme en un verdadero monstruo si me provocaban. Miré al hombre y agregué con una sonrisa —: Quemaré todo tu cuerpo si no me dices por qué nos quieren muertos.

Sonrió.

—Solo estoy tratando de terminar el trabajo que no se completó hace veintiún años.

—Hijo de perra —dijo mi hermano antes de lanzarle una gran roca al rostro. Le provocó un profundo corte en el rostro que rápidamente comenzó a sangre.

—¿Tuviste algo que ver con la muerte de Alexander? —pregunté y sentí que las chicas se acercaron. Les pedí que se mantuvieran alejadas por su seguridad y porque no quería que escucharan lo que él fuera a decir.

Recibí otra sonrisa de su parte, pero esa era más divertida.

—Puede ser. Puede que le haya hecho algo y dejado a su suerte para que muriera lentamente —. Se encogió de hombros y mi corazón se aceleró. Odiaba verlo disfrutar de su jueguito —. ¿Quién sabe? Fue hace tanto tiempo que ya no lo recuerdo.

El reinado del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora