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Hay personas que saben que sus amigas duermen hasta tarde y por esa misma razón deciden no molestar

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Hay personas que saben que sus amigas duermen hasta tarde y por esa misma razón deciden no molestar. Sin embargo, están las otras personas que lo saben, pero igualmente te bombardean con mensajes.

Mi mejor amiga entra en la segunda categoría.

Eran las nueve de la mañana cuando mi celular comenzó a sonar demasiadas veces. Me desperté asustada pensando que algo grave había pasado. La razón de que ella enviara tantos mensajes, era que estaba enviándome las fotografías que había sacado durante el día anterior.

Iba a ignorar sus mensajes para seguir durmiendo, hasta que llegó la última foto con un texto.

Luisa eléctrica:

Esta es mi favorita.

No pude evitarlo y abrí el chat para ver la foto. Podía ser temprano, pero para ser chismosa no hay hora.

La foto que había llamado mi atención era una de X mirándome mientras yo cantaba. La forma en la que me miró era hipnotizante. Luisa capturó en esa fotografía el amor que sentía por mí. Me sentí culpable y decepcionada de mí misma. Ese último tiempo fui una pésima novia. Había descuidado nuestra relación y quería remediarlo. Era el día libre de X y tenía que aprovecharlo al máximo.

Me levanté de la cama con mucho cuidado para no despertar a X y caminé hasta la cocina para llamar a mi amiga.

—¿Aún tienes el proyector inalámbrico y la tela? —pregunté mientras me sentaba en los taburetes.

—Buenos días para usted también, su alteza.

—Serían buenos días si no me hubieras despertado.

—Perdón, gruñona.

—Da igual. Necesito tu ayuda.

—¿Ahora? Estoy esperando a la ginecóloga para saber el resultado.

Cerré los ojos, lamentándome por haberlo olvidado. Aprovechamos que regresamos antes y que su madre no sabía para ir con la ginecóloga. Le hicieron un estudio de enfermedades de transmisión sexual y los resultados estarían listos dos días después. Luego de una ligera investigación en Google y un rápido mensaje a mi ginecóloga, sospechábamos que fuera sífilis, pero necesitábamos confirmarlo.

—Lo había olvidado. ¿Quieres que entre contigo?

—Solo si puedes. No quiero molestarte.

—Estaré ahí en cinco minutos —dije antes de cortar la llamada.

Corrí hacia el baño para hacer mis necesidades y luego hacia la habitación para cambiarme. Aunque fuera en mi auto no llegaría a tiempo, así que abrí un portal y aparecí en la puerta de la clínica.

—Buenos días —dijo cuando me vio acercarme.

—Buenos días —respondí mientras me sentaba a su lado —. ¿Cómo están las cosas con tu mamá?

El reinado del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora