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La historia no iba a repetirse

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La historia no iba a repetirse. Ya tenía edad suficiente para impedirlo.

Le conté la situación a las mujeres que me acompañaban y un plan se formó en pocos minutos.

A lo largo de los años, creamos muchos protocolos hasta que lo perfeccionamos. Entregaría un USB con el protocolo anterior. No era idéntico al actual, pero parecía creíble. Verónica llamó a su padre y apareció en menos de un minuto. Él podía volverse invisible y hacer lo mismo con otras personas. De esa forma nos aseguraríamos de que yo no estuviera sola.

A mí me tocaría entretener a los secuestradores mientras Scott y Verónica atacarían por detrás. Mi madre también iría, en caso de que mis hermanos estuvieran lastimados, para poder curarlos.

—¿Nos vamos? —preguntó.

—En cuanto termine de hablar con Nimah, salimos —dijo mi prima.

—¿Alguna vez hiciste invisibles a tantas personas? —le pregunté.

Aunque confiaba en él y en su control sobre su poder, la realidad era que la vida de mis hermanos dependían tanto de él como de mí. Una cosa era hacerse invisible por un rato y otra muy distinta era que dos guardias y su familia también lo fueran.

—Cuando era joven —me sonrió —. Hice muchas bromas así.

Asentí, un poco más tranquila.

—No me sorprende —dijo mi mamá con una leve sonrisa. La vi con atención y me di cuenta de que estaba reteniendo las lágrimas.

—Nimah está preparando las celdas —dijo Verónica —. Vamos.

Esperé a que ellos desaparecieran ante mí y abrí un portal. Ellos fueron los primeros en atravesarlo y fui detrás para cerrarlo. Cuando dejé de ver los brillantes colores del portal, la luna era la única fuente de luz. A pesar de la poca iluminación, gracias a mis nuevas habilidades podía ver perfectamente a los dos hombres que estaban parados cerca del borde del acantilado. Al hombre de la izquierda no lo reconocí, pero al de la derecha era X.

Más atrás vi a mis hermanos flotar sobre el agua. Estaban atados, con sus espaldas tocándose y amordazados. A pesar de que el impacto de las olas contra las rocas eran muy fuertes, podía escuchar el llanto de Valeria. Samuel tenía los ojos cerrados. Suponía que estaba inconsciente. Verlos así me rompía el corazón, pero no tanto como el hecho de que X era partícipe de eso y de que los puso en peligro.

—Bienvenida, Majestad —dijo la voz desconocida que me dijo que fuera sola.

Cuando Valeria escuchó eso, giró su cabeza hacia mí. Al verme, sus ojos se abrieron ante la sorpresa de encontrarme ahí. Intentó decirme algo, pero con la mordaza en la boca no pudo expresarse como quería. El hombre levantó su mano y X hizo que mis hermanos descendieran, alejándolos de mi vista.

—¡¿Qué mierda haces?! —le grité a X —. ¿Por qué los alejas si no hice nada? ¡Déjalos conmigo! ¡Ahora!

—No estás en condiciones que exigir —dijo el desconocido.

El reinado del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora