Capítulo 23

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El servicio a la habitación ha llegado y Asaiah actúa normal. Esta sentado al borde de la cama en unos pantalones deportivos que le caen de maravilla y come lo que trajeron del servicio mientras ve la televisión.

Aunque estoy cansada no tengo apetito ya. Él, por su parte ha devorado su comida y lo que se supone me correspondería. Pero es que no me puedo sacar una cosa de la cabeza.

“Casémonos”

Es solo una palabra, una maldita palabra que se ha escurrido por mi cabeza y no sale de ahí. ¿Cómo podría salir?

-¿Chris? –Volví a la realidad con su suave voz, él me miraba un poco divertido.

-¿Qué pasó?

-¿No vas a comer nada?

-No, no tengo hambre. –Acerco mis rodillas a mi pecho y recargo mi barbilla sobre ellas. –Come tú.

-Ya me comí casi todo. –Se me acerca y me da un beso en la frente. –Debes de comer algo para recuperar fuerzas.

-¿Recuperar fuerzas? –Enarco una ceja. Ahora esta tan relajado y divertido que su diversión se me contagia.

-Sí, por el ejercicio extenuante.

-¡Asaiah! –Grito acalorada. No entiendo como este hombre se puede tomar ciertas cosas tan a la ligera.

-Ven. –Me toma por la cintura para que no pudiera escaparme de él y me planta un beso en la boca. Su boca se abre, obligándome a mí a abrir la mía. Sus manos van por los costados de mi cuerpo y bajan hasta mis muslos y comienza a levantar la camiseta que traigo, su camiseta. -¿Entonces? –Susurra sobre mis labios, rompiendo el beso.

-¿Entonces qué?

-¿Nos casamos? –Otra vez eso. Puedo sentir como el corazón se me va hacia la garganta.

-Asaiah. –No encuentro nada que decirle. Cerebro, piensa. ¿Qué puedo decirle? Mierda, Santísima mierda. –Tengo diecinueve. No me imagino casándome a los diecinueve. –Es lo mejor que se me ocurre.

-Yo jamás me imaginé casándome. –Suelta un suspiro pero me sorprende que no se vea enojado o molesto. Pareciera que esta es una conversación que de hecho quiere tratar. –Pero contigo haría cualquier cosa.

-Pero, Asaiah, ¿una boda?

-No lo sé. –Se encoje de hombros. –No me gustan las categorías y lo sabes.

-Lo sé, por eso me sorprende que me lo propongas.

-Entonces, ¿es un no?

-No es un no. Tampoco es un sí. –Suelto aire. –Solo no quiero pensar en eso ahora. –Él sonríe.

-No te preocupes. Tampoco es como si nos fuéramos casar mañana.

-Estamos en Las Vegas, hay capillas en cada esquina.

-Pero ahora no vamos a una capilla.

Él se pone de pie y me tiende la mano. Me pongo de pie y le tomo de la mano, enseguida me jaló hasta la puerta y ni siquiera me dio tiempo de ponerme unos pantalones, ¡o unos zapatos! Salimos de la habitación y el pasillo estaba bien iluminado por luz artificial.

-¿A dónde vamos?

-A tocar el cielo.

-¿Qué?

-No hagas ruido.

Me jalo de nuevo por el pasillo hasta el elevador pero en lugar de esperarlo, abrió la puerta de emergencia que estaba al lado. Eso sí que estaba oscuro. Rápidamente pudo prender las luces y me jaló dentro. Mis fosas nasales se invadieron con un intenso aroma a humedad mientras subíamos las escaleras de cemento. ¡Esta helado!

-Asaiah. Mis pies se están congelando.

Sin responderme me tomó por sorpresa que me tomara en brazos. Siguió subiendo las escaleras conmigo, como si no le pesara absolutamente nada. La camiseta de Asaiah se me subió hasta las caderas y siento una ráfaga de viento frío donde no debería de sentirse. Demonios, esto no es lindo.

Sigue subiendo por quien sabe cuánto tiempo más hasta que llega a un piso que está completamente oscuro y me baja al suelo con suavidad.

-Aquí es. –Susurra. Puedo oír como palpa la pared hasta que oigo un ruido metálico y abre una puerta.

Es el techo del hotel. Hemos llegado al techo del hotel. Pongo un pie fuera pero esta vez ignoro el frío del cemento contra la piel. Las estrellas se alzan sobre nosotros en un hermoso cielo nocturno mientras que las luces de los casinos se funden a nuestro nivel. Es cierto, Asaiah tiene razón, es como si tocáramos el cielo.

Asaiah me toma de la mano y comienza a caminar conmigo hasta la barandilla del techo, donde se sienta con mucho cuidado y me mira esperando que lo acompañe. Pasar mis pies por ahí me aterra un poco pero no me importa ahora porque estoy con él y con él no me pasará nada. Me pasa la mano por la cintura y me acerca más a él.

-¿Te gusta? –Pregunta.

-Me encanta. –Contesto mirando como las luces de los espectaculares y de las estrellas se funden en el horizonte.

-Es como tocar el cielo. ¿O no?

-Es increíble.  –Su nariz roza mi nariz y luego sus labios se detienen en ese preciso lugar.

-Yo toco el cielo cada que estoy contigo. –Susurra en mi oído. Algo se dispara en mi interior y me estremezco. No entiendo cómo es que me provoca esto este hombre.

-¿Quién diría que Las Vegas no tienen su lado romántico? –Bromeo.

-¿Quién diría que yo tengo un lado romántico?

Lo miro con el rabillo de mis ojos. Tiene los ojos cerrados y sonríe mientras hunde su nariz en mi pelo. Me aprieta aún más a él y por un momento siento que ambos nos caemos hacia un lado, hacia el vacío. Hacia un mismo vacío que nosotros mismos hemos creado.

-Christina. –Susurra.

-¿Qué pasa?

-No te voy a pedir que te cases conmigo, pero quiero decirte una cosa y que no quiero que jamás olvides. –Susurro. –Tú eres mía y yo soy tuyo. Tienes mi corazón y mi alma ahora. Cuídalos muy bien, ya están rotos. No pierdas los pedazos.  –Con ambas manos me hizo el cabello para la espalda y me paso algo por el cuello. –Quiero que me lleves siempre contigo, a donde sea que vayas, aunque estemos separados. –Miro hacia mi pecho y veo su cadena. El corazón se me sube a la garganta. Esa pequeña cadena ha vuelto a su lugar. Me siento pésimo por haberla votado antes. –La encontré en tu cuarto. –Susurra a mis pensamientos.

-Lo siento. –Le respondo al mismo volumen.

-No tienes porqué. –Suelta un suspiro.

-Lo siento. –Repito.

-Me gustaría quedarme aquí para siempre. –Susurra. –Los dos juntos, tocando el cielo.

Demonio (secuela de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora