Capítulo 38

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¡Hola de nuevo!

Perdón por dejarlos tan abandonados tanto tiempo. Les quería decir que aún no han arreglado mi computadora, no saben que tiene... Pero no podía dejarlos así por mucho tiempo más.

Estoy comenzando a escribir en una libreta y después lo estoy pasando a Word en la computadora de mi papá, así que tendrán nuevos capítulos, espero que uno diario pero los subiré muy tarde en la noche, como a esta hora. Porque es muy complicado escribir a mano y luego pasarlo a computadora.

En fin, tengo un compromiso con ustedes y tengo que cumplirlo.

Gracias por estar siempre conmigo a pesar de todo y espero que les guste el capítulo.

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Todo pasó en un par de segundos. Yo me aferraba al cuerpo sangrante de Asaiah pero personas jalaron de mí para quitarme, a pesar que yo lloraba y gritaba para que me dejaran. Aunque aún no me queda completamente claro cómo es que llegue a esta ambulancia.

Los paramédicos atendieron mis pobres heridas y también anunciaron que debía hablar con detectives en cualquier momento. Pero nada de eso me importa. No me dicen lo que verdaderamente quiero oír; el estado de Asaiah.

-¡Christina, hija! –La voz de mi ¬madre me toma por total sorpresa. Estaba sentada al lado de la puerta de la ambulancia, sosteniendo una bolsa de hielos sobre mi mano izquierda. El semblante de mi madre estaba lleno de preocupación y desesperación. No sé cómo se enteró de todo.

-Hola, mamá. –Susurro. Ya sé lo que me espera. Mi madre corrió hasta mí y me rodeo con sus delgados brazos. Por una milésima de segundo me siento reconfortada y segura en ese lugar; los brazos de mi mamá.

-Chris. –Ella dio un paso hacia atrás, lo suficiente para mirarme a los ojos pero aun sin soltarme. -¿Estas bien? –Sus ojos recorrieron todo mi rostro y se detuvieron sobre las gasas que estaban en mi pómulo derecho y sobre mi ceja izquierda. – ¿En qué estabas pensando? –Me encogí de hombros. Aunque sabía perfectamente que estaba pensando esa noche. –La policía me llamó y me avisó de todo. Me dijeron que estabas aquí. –Claro, hace rato preguntaron mi nombre y supongo que con eso dieron rápidamente con ella. –No sabes lo preocupada que estaba cuando desperté y no te encontraba por ninguna parte.

Yo sigo sin responder, pero enseguida sus facciones cambian y puedo notarla realmente enojada. Me suelta y deja caer sus brazos pesadamente a sus costados.

-Mamá... -De mi boca no puede salir un una frase completa.

-Nada. –Se apresura a decir. –Con un demonio, Christina. –Su tono de voz también cambia y decir que está furiosa se queda corto. Entiendo que lo esté, pero hice lo que tenía que decir. –Estas castigada. No puedes hacer ese tipo de cosas, Christina. ¿Y si te hubiera pasado algo? ¿No piensas en las consecuencias? ¿En mí, tu madre? –Tiene razón. Tal vez haya sido egoísta. Mi madre continúa regañándome por un rato más y decido simplemente ignorarla. No quiero escucharla aunque no la culpo por sentirse así. Todo iba bien hasta que ella dice una frase. – Vamos a casa.

-No. –Contesto. –No puedo ir a casa. Tengo que ir al hospital. –Tengo que saber cómo está Trevor. Tengo que saber de Asaiah. Tengo que asegurarme que sigue vivo. –Mamá, tengo que saber de Sat. –Finalmente articulo.

-No. –Ladra. –Vámonos ya.

-Aunque me digas que no, iré. –Bajé de donde me encontraba sentada y ella enseguida se cruzó de brazos, mirándome con su ceño fruncido. –Lo siento, mamá, pero ahora mismo el castigo se tendrá que aplazar. –Comienzo a caminar, alejándome de mi madre, los paramédicos y policías. Hasta que después de un par de pasos me detengo y giro un poco la cabeza, para volverme a dirigir a ella. –Puedes acompañarme si quieres. Y regresaré a casa, lo prometo. Pero no sé cuándo. –Al concluir reanudé el paso. Ella no me siguió.

Aunque me hubiera gustado que mi madre me acompañara esta vez, es algo que tengo que hacer yo sola.

Llego al hospital en un taxi. El conductor se vio algo interesado en mis magulladuras pero no preguntó nada y lo agradezco. Me sorprendí un poco encontrar dinero suficiente para pagarle dentro de mis pantalones. Voy al mostrador de la recepción a buscar información pero la enfermera de turno está bastante renuente a dármela.

-Por favor. –Le suplico a la enfermera rubia y bajita. –Yo estuve en el altercado. Nadie quiere decirme nada. –Ella hace una pequeña mueca. Claramente sintiendo pena por mí. Creo que eso es un avance. –Mi amigo y mi novio están allá adentro. Ayúdame, por favor. –La rubia hace otra mueca, esta vez enchuecando su boca hacia el lado contrario y mira la computadora que tiene en frente por un segundo.

-Espera aquí, veré que puedo hacer. –Se levanta y desaparece por un pasillo.

Localizo rápidamente unos asientos y decido ir ahí a esperar a su regreso. La enfermera reaparece unos minutos más tarde pero viene acompañada. Un hombre, con un feo traje color caqui la acompaña. Debe de ser alguno de los detectives, afuera del hospital hay un par de patrullas. Ambos se acercan a mí y me mantengo sentada hasta que ellos llegan.

-Buenas tardes, señorita... -Comienza el hombre. Es alto, moreno y tiene un gran bigote.

-Christina. –Me pongo de pie y recibo su apretón. –Christina Sousa. –Él asiente y luego mira a la enfermera que se retira en ese momento.

-Yo soy el detective Pratt. –Toma asiento al lado de donde estaba yo y luego lo imito. –Entiendo que usted estaba dentro del almacén cuando sucedió el siniestro. –Vaya forma de llamarlo.

-Así es.

-¿Puedo preguntarle el porqué estaba ahí?

¿Qué puedo decirle? Tampoco puedo mentirle, es un agente de la ley, pero aun así no estoy segura de contarle la verdad. Y honestamente me parece una pérdida de tiempo, yo no quiero hablar. Quiero que me digan cómo está Asaiah. Pero sé que no hay forma que me lo digan sin que antes yo le responda. Al final opto por contarle todo, absolutamente todo lo que sé y él me escucha atentamente durante toda mi explicación.

Decirlo, de una u otra forma me hace sentir mejor y siento que un enorme peso finalmente se ha levantado de mis hombros.

El detective asiente una última vez y se pone de pie, metiendo sus manos en los bolsillos de su saco.

-Muchas gracias, señorita Sousa. Lo que me ha dicho será de gran ayuda en el caso. –Toma aire y se pone aún más serio. –Hemos tratado de arrestar a Jackson por varios años ya, pero ese hombre es horriblemente escurridizo. Gracias a su novio ya lo tenemos. Las heridas de Jackson no son muy graves. Vivirá e irá a prisión por mucho tiempo. –Todavía el idiota tiene suerte. El hombre vuelve a tomar aire y relaja los hombros por un segundo. –Hablé con médicos hace un rato y están seguros que el señor Trenton podrá caminar. Fue una herida limpia, la bala entró y salió. –Estaba esperando a que dijera algo de Asaiah, pero no lo hizo.

-¿Y Sat? –Aún soy incapaz de pronunciar su nombre enfrente de gente desconocida. El detective traga saliva y suspira antes de hablar.

-El señor Civatti está en el quirófano todavía. Sus heridas son muy graves, una bala le perforó un pulmón. Y los médicos no están seguros que sobreviva.

En ese momento siento mi alma caer al suelo. Hundo mi cabeza entre mis piernas y lucho por respirar.

No. Asaiah no puede morir.


Demonio (secuela de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora