Mis extremidades están dormidas y tan pesadas que apenas las puedo percibir. No puedo abrir los parpados y estoy tan mareada que no recuerdo mucho.
Tengo miedo.
Puedo sentir algo debajo de mi cuerpo. Es suave y algo cómodo. Debe de ser alguna especie de cama o futón, tal vez un colchón.
No sé nada.
No puedo recordar nada.
Puedo oír lo que pasa a mí alrededor pero no hay nada. Solo hay silencio. Sospecho que el cuarto en el que estoy está oscuro. Tal vez tenga abiertos los ojos pero no puedo distinguir nada.
Oigo un ruido, alguien abre una puerta y mi visión se vuelve roja. Roja por la luz atravesando la piel de mis parpados. Aun así no puedo abrir los ojos, no quiero abrirlos. Oigo pisadas y se detienen a unos centímetros de mí.
-Despierta. –Me ordena una voz masculina.
Abro los ojos y veo el lugar donde estoy. Es un pequeño cuarto, solo cuatro paredes mugrientas y una puerta. Veo al hombre que me despertó. Es pequeño, pero no demasiado, es un poco más alto que yo. Tiene unos ojos negros y profundos, su piel es blanca, casi translucida y una barba incipiente.
-¿Dónde estoy? –Exijo saber.
-Eso no te lo puedo decir. –Tiene una voz ronca y arrastra demasiado la lengua al decir cada letra.
-¿Por qué estoy aquí? –La cabeza comienza a dolerme y me llevo una mano a la frente, a donde se origina el dolor.
-¿No recuerdas nada?
-No.
-¿Sabes tu nombre?
-Christina. –Digo en automático.
-Bueno, Christina. Ahora recordarás todo.
-¿Por qué estoy aquí? –Vuelvo a preguntar.
-Me serás útil.
-¿Para qué?
-¡Cállate! –Grita. –Ya no preguntes.
Trago saliva y bajo la mirada. No estoy en una cama, es un sillón corroído por termitas y sabanas asquerosamente sucias.
El hombre saca un teléfono celular de su pantalón y se sienta en el sillón, cerca de mis pies. Marca rápidamente un número y se pega el móvil al oído, y unos cuantos segundos después lo retira y presiona el altavoz.
-¡¿Dónde demonios la tienes?! –Grita una voz masculina por el otro lado de la línea.
Mi corazón da un vuelco al reconocer la voz.
Es Asaiah.
Mis ojos se abren de par en par y veo directamente al teléfono. Quiero hablar, quiero decirle algo pero no encuentro palabras para decir. Y todo lo que puedo decir se me queda atorado en la garganta, sin poder salir.
-Está bien, está aquí conmigo.
-¡¿Qué quieres?! –Grita con desesperación. -¡Dime que es lo que quieres y te lo daré!
-Tú sabes que quiero.
-¿Cuánto es? ¿Cuánto dinero quieres? Dime, yo te lo daré hoy mismo.
Siento como si mi corazón se doblara en dos. Asaiah, está negociando por mi libertad, yo lo puedo escuchar. Pero no soy capaz de hablar o decir ninguna palabra. Miro el teléfono con tristeza y abro la boca pero nada sale de mí.
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Demonio (secuela de Bestia)
Ficção AdolescenteDespués de todo, Christina trata de seguir adelante. Aunque para ella sea imposible olvidar lo que pasó antes, imposible de olvidar a quien conoció y de quien se enamoró profundamente. Olvidar el dolor causado por una sorpresa que no se esperaba. P...