Capítulo 31

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HOLA!

Lo siento mucho por no poder actualizar la novela, pero es que este es mi ultimo año en la preparatoria, o sea que ya voy a entrar a la universidad y bueno... Este semestre esta demasiado pesado y no tengo tiempo de dormir o de respirar, pero por fin hoy tuve un ratito y me puse a escribir y no crean que no he querido escribir porque he estado sufriendo porque no puedo pero bueno... Aquí esta el capítulo!

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Tengo que tomar un taxi para llegar a casa. No tenía la más mínima intención de llamar a Trevor para que me llevara, como me indico Asaiah. Necesito pensar y al menos el taxista se limitó a preguntar la dirección. Le pedí al taxista que me dejara a unos metros de mi casa.

Estoy parada ahí, justo donde cerré la puerta del auto. Sé que mi madre debe de estar dentro y sé que si se le ocurre mirar a la ventana me verá ahí parada. Llevo un par de minutos aquí, tratando de descifrar que voy a decirle, que cara debo aparentar.

Pero siento un vacío enorme dentro de mí. Es como si de pronto incluso respirar se me hiciera una tarea compleja. Todo me pesa. A penas y puedo pensar algo aparte de cómo y en donde este Asaiah.

Comienzo a caminar a mi casa, arrastrando los pies y me detengo frente a la puerta para tomar valor y tocarla. La puerta se abre y veo a mi madre de pie frente a mí.

Un par de ojeras oscuras están habitando debajo de sus ojos. Su mirada luce perdida y sus facciones son las mismas que tenía esa mujer que recién había perdido a su esposo.

Mi corazón cae al suelo y quiero gritar, llorar y patalear como niña pequeña en los brazos de su madre. Pero no lo hago, soy fuerte.

Mi madre me jala inmediatamente y me rodea con sus delgados brazos en un fuerte abrazo. Puedo sentir toda la angustia que sintió por mi todo el tiempo que estuve fuera.

-Christina.

Oír su voz me causa un inmenso dolor en el pecho. Mis ojos punzan y se cristalizan. Pero no, no voy a llorar.

-Mamá. –Mi voz se escucha quebradiza pero ella no lo nota. Gracias a Dios. –Demonios, te extrañé tanto.

-Y yo a ti, bebé. –Se aparta un poco para darme un beso en cada mejilla. -¿Estás bien?

-He estado mejor. –Trato de sonreír pero la sonrisa me sale chueca. Ella pellizca delicadamente mi mejilla izquierda y me sonríe, me sonríe con su boca y con sus ojos.

-¿Cómo está todo?

Me entra una necesidad, una enorme necesidad de contarle todo. Desde la primera mirada que crucé con Sat, como me enamoré de la persona rota que existe en su interior, su pasado, su presente. Mi presente. Pero no lo hago.

-No está nada bien.

-Pero algo debe de estarlo, ya estás en casa. –Me encojo de hombros. –Pero estás castigada. A partir de ahora no vuelves a poner un pie fuera de casa hasta que cumplas treinta años. –Su tono de voz cambia, se vuelve un poco más firme. –Nada de salidas, ni con Clarisa ni con nadie. ¿Me oíste bien, señorita? –Asiento con la cabeza y fabrico una sonrisa. Ella se me acerca y me da otro gran abrazo. –No sabes lo aliviada que me siento ahora. –Susurra en mi oído. –No me vuelvas a hacer eso.

-Lo prometo, mamá.

Miento. Planeo hacerlo de nuevo. Tengo que hacerlo. Esta noche.

-Mamá, discúlpame pero estoy demasiado cansada. –Me aparto un poco pero aun no la suelto. La necesito. –Voy a mi cuarto a darme una ducha y luego a dormir, mañana tengo clases.

Demonio (secuela de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora