Capítulo 8

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Me tallo las muñecas con agresividad mientras trato de borrar las marcas de marcador negro permanente que la inteligente de Clarisa decidió hacerme mientras dormía. Solo le dije que me despertara dentro de quince minutos, pero en lugar de dejarme dormir tranquilamente decidió que dibujarme un reloj en cada muñeca sería mejor.

-¿Qué haces aquí? –Me llama la atención la voz de Lexie. Lo dice con el mismo desprecio que tengo yo por ella.

-¿No es obvio? –Digo sarcásticamente mientras sigo tallando mis muñecas con fuerzas.

-¿Te enteraste? –Dice poniéndose al lado mío para que la vea.

-¿Sobre qué? –Digo sin interés y la vista fija a mis muñecas que ahora se han puesto rojas.

-Pues, Sat y yo terminamos. –Veo con el rabillo del ojo como mira sus cutículas. –Digamos que yo lo terminé.

Oír eso me alegra de cierta manera. Sé que su relación no fue real solo una tapadera. Me molesta que no me haya dicho una palabra y hubiera tomado la decisión de estar con Lexie pero ahora me alegra que esa tapadera haya terminado.

-¿Y eso a mí en que me incumbe? –Digo tratando de evitar una sonrisa que amenaza con escaparse.

-No lo sé. –Se encoje de hombros. –Pensé que tal vez querrías saberlo.

-Pues me da igual él. –Digo de manera tan natural que me asusta un poco. –Él y yo no estamos juntos y me da igual lo que haga con su vida, sus decisiones no  tienen por qué importarme.

Dejo de tallarme las manos y las enjuago rápidamente. Salgo del baño mientras me seco las manos en el pantalón.

Aun se puede ver los débiles trazos de los estúpidos relojes que Clarisa me dibujó en cada mano.

Estoy sentada al borde de la cama mientras veo a Clarisa, que va de un lado a otro en su habitación.

Su cuarto es como ese típico cuarto de adolescente americana. Tiene posters de celebridades por todas las paredes y a parte son de color rosa pastel. Su cama está repleta de peluches blancos.

Hay veces que me causa gracia su habitación, más bien lo distinta que ella es a como luce su habitación.

Por ahora el piso cubierto de alfombra lila está cubierto de sus vestidos y ella esta indecisa de lo que se supone que se pondrá.

Ya se ha puesto más vestidos en lo que va de la hora que yo en toda mi vida y eso me causa gracia.  

-Ponte el naranja. –Digo.

-El naranja no. –Me dice haciendo un  puchero.

-¿Por qué no?

-No me gusta. –Ruedo los ojos.

Yo llevo puesto un suéter azul marino y unos jeans negros. Mis zapatos son unos mocasines azul marino igual.

Y pasa alrededor de media hora para que al fin Clarisa encuentre un maldito vestido que le guste. Y ahora si podrá ayudarme o más bien obligarme a maquillarme.

Como siempre solo la dejo que me coloque un poco de delineador y rímel pero esta noche logró convencerme de ponerme polvo en la cara.

Al fin salimos de su casa como a las ocho y media y entramos a mi coche.

-Aun no sé cómo demonios me convenciste para que trajera mi coche. –Digo mientras enciendo el auto.

-Pues, yo soy buena haciendo que las personas me ayuden.

Demonio (secuela de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora