Pareciera que no tuviera nada y mis extremidades fueran de poco en poco apareciendo de nuevo y hasta que ahora puedo sentirlas. A pesar de que he vuelto a tener sentido sobre mis piernas y brazos aun me siento totalmente entumida. En seguida un dolor punzante me ataca en las cienes y aprieto los ojos y no relajo mi ceño hasta que el dolor comienza a ceder.
Antes de abrir los ojos me doy cuenta de que la superficie en la que estoy recostada es suave y emana un calor reconfortante. Mi cabeza sube y baja al ritmo de su respiración y sus brazos rodean mi pequeño e indefenso cuerpo. Su respiración es relajada pero sé que en realidad está demasiado alterado. Y me doy cuenta de lo que está pasando…
Asaiah.
De poco en poco puedo abrir mis ojos parpadeando constantemente. Lo primero que veo son las facciones de Asaiah. Sus músculos faciales están contraídos y bien apretados. Pero a pesar de todo se vetan perfecto como siempre. En su barbilla se puede ver poco vello de barba que amenaza con crecer.
-Hola. –Susurra con los ojos aun cerrados.
Su voz se vierte en mis oídos de manera eléctrica. Mi cuerpo se estremece y siento como si fuera irreal que es un sueño. Que es un buen sueño y que es efímero. Que tarde o temprano tendremos que volver a la realidad, a la ruda realidad…
-¿Sigues ahí? –Abre un ojo y me mira con él, luego me sonríe.
-Hola. –Respondo pero mi lengua parece atorarse en mi boca con cada letra. – ¿Qué pasó? –Lo único que recuerdo es que me desmayé o algo así.
-Tuviste un ataque de pánico.
-Oh. –De pronto por un flashazo en mi cabeza aparecen imágenes. -¿Y mi madre?
-Está bien. –Susurra y cierra los ojos de nuevo. Frunzo el ceño.
-¿Cómo que está bien? ¡Debe de estar muerta de angustia! –Me reincorporo y me siento al borde de su cama pero la cabeza me da vueltas. -¿Qué día es?
-Lunes.
-¡Lunes! ¡Es día de clases! –Asaiah acomoda su peso en sus antebrazos y me mira.
-Te secuestraron y tú te preocupas de que es lunes.
-¡Me preocupa mi madre!
-Ella está bien.
-¿Cómo lo sabes?
-Hablé con ella.
-¿Cuándo?
La tranquilidad con la que habla Asaiah no me reconforta. Al contrario, solo hace que me ponga mucho más nerviosa de todo esto. Mi madre debe de estar muerta de preocupación y la policía debe de andar buscándome por todos lados. Y este todo tranquilo.
-La noche que te llevaron. –Se rasca la nuca. –Le dije que vendrías conmigo a un viaje
-¿Viaje? ¿Qué viaje?
-Que, iríamos a un lago.
-¿Un lago… nosotros dos? ¿Solos? ¿Y que dijo?
-No. –Se acomoda para sentarse al lado mío. –Dije que iríamos algunos amigos de la escuela.
-¿Y se la creyó?
-Probablemente no. Pero si decía otra cosa iba a llamar a la policía… Y eso complicaría aún más las cosas. –Suspira. –Me alegra de tenerte conmigo. –Se acerca a mí y hunde la nariz en mi pelo. –Pero lamento decirte que no hueles demasiado bien.
-Sí, obvio. –Ruedo los ojos. –Estuve en un hotel cinco estrellas.
-Eso podemos arreglarlo. –Coloca su mano sobre la mía y me besa el cuello, pero yo me alejo un poco. -¿Qué pasa?
-No… No quiero, Asaiah. –Susurro agachando la cabeza.
-Entiendo. –Susurra en mi oído. –Pero aun así debes de tomar un baño, te relajará y tenemos mucho de qué hablar.
-¿Sobre qué? –Enarco las cejas.
-Sobre todo esto. –Mueve un mechón de mi cabello y lo coloca detrás de mí oreja con delicadeza. –Las cosas van a cambiar.
Siento una punzada en la boca de mi estómago de tan solo pensar que se tenga que alejar de nuevo pero esta vez definitivamente. Trago saliva y agito la cabeza pero la idea permanece y el dolor vuelve… él no puede irse de nuevo.
-No me iré, tranquila. –Susurra. Pareciera que puede oír mis pensamientos. –Jamás te dejaré de nuevo.
No respondo. No porque no quiera, sino porque no encuentro ninguna palabra con que responder. Suelto un suspiro y una media sonrisa aparece en mi rostro cargada de amargura. Me pongo de pie y voy a su baño. Al cerrar la puerta me miro al espejo y doy un ligero brinco al ver mi terrible aspecto.
Mi cabello parece un verdadero estropajo y el maquillaje del viernes esta corrido hasta mis mejillas y mi ropa esta desgastada y completamente sucia. Pero no me detengo a reprocharme por haberme permitido estar así. Supongo que las personas secuestradas lucen mal después de su secuestro.
Me deshago rápidamente de mi ropa y el tiro al suelo. Entro a su ducha y me quedo mirando los grifos tratando de descifrar cual es la caliente y cual la fría. Cuando el agua caliente cae sobre mi piel siento como enseguida mis músculos se relajan y fijo la mirada a mis pies. El agua se tiñe de gris por toda la mugre y polvo que traía encima. Mis rodillas se doblan y caigo al suelo, con mi cabeza hundida entre mis piernas y llorando en silencio. Oigo a Asaiah tocando la puerta, seguramente debe de haberme oído pero no respondo.
-¡Christina! –Se hace oír. -¡Mierda! ¿Estás bien?
-No. –Esa sola silaba suena ahogada por mi llanto.
Oigo como la puerta se abre y enseguida corre la cortina y miro hacia arriba. Me mira con tristeza e impotencia desde arriba. Se da la vuelta un momento y se quita los zapatos, su camiseta y sus pantalones.
-¿Qué haces? –Pregunto pero no me responde.
Asaiah entra conmigo a la ducha y me envuelve en sus brazos. Su calor enseguida me engulle por completo y las lágrimas salen a mares de mis ojos. Recarga su barbilla sobre mi cabeza mientras me abraza. Su cuerpo me sirve de refugio, de un refugio del que no quiero salir nunca. Y comienza a tallarme la espalda con una esponja y siento el jabón recorriendo mi piel. Yo sigo con la cabeza hundida en su pecho mientras mi llanto continua. Ni siquiera sé porque estoy llorando, supongo que es por el trauma… O algo así. Con ambas manos logra que alce la cara y lo mire. Mi mirada cristalizada encuentra la suya y trata de consolarme con una sonrisa. Me lava el cabello con su champú y me vuelve a tallar el cuerpo con la esponja por un buen rato más.
*******
Debido a que Asaiah le había mentido a mi madre sobre mi paradero logró conseguirme una maleta con ropa para un par de días. Ahora estoy sentada en el sofá de su sala mirando a la nada y recordando todo lo que pasó ayer. Mi estómago da un vuelco cada que caigo en la cuenta de que Asaiah disparó un arma. Sé que es un hombre impulsivo pero su voz en aquel momento estaba cargada de odio e ira. Sé que ese disparo no solo lo hizo para salvarme a mí, lo hizo porque quería verlo sufrir.
-¿Por qué disparaste? –Pregunto. Asaiah está en la cocina preparándome algo para comer.
-Si no lo hacía ambos terminaríamos muertos ahí. –Y es cierto.
-Es por eso que quieres hablar, ¿no?
-Sí, por toda esta maldita mierda en la que te he metido.
-Pues dime.
-No. Primero tienes que comer y reponerte un poco más. –Suelto aire en respuesta. –Lo que tengo que decir no es fácil de digerir.
-¿Te irás?
-No, no me iré solo.

ESTÁS LEYENDO
Demonio (secuela de Bestia)
Novela JuvenilDespués de todo, Christina trata de seguir adelante. Aunque para ella sea imposible olvidar lo que pasó antes, imposible de olvidar a quien conoció y de quien se enamoró profundamente. Olvidar el dolor causado por una sorpresa que no se esperaba. P...