Capítulo 27

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Le han cobrado extra por el agujero que hizo en la pared. A decir verdad todos los trabajadores del hotel huyen de Asaiah en cuanto lo ven. Sus ojos se han tornado más oscuros. Llenos de rabia, de ira, de odio y de... dolor.

No se molesta en darle propina al hombre que nos ha traído la camioneta y sube al vehículo azotando la puerta. En cuanto oye que me he puesto el cinturón de seguridad, arranca a todo lo que el auto puede dar y me veo aplastada contra el asiento. Se escurre entre el tráfico de la ciudad sin bajar la velocidad y sin respetar el semáforo. Tiene la vista al frente, con los músculos apretados y no deja de apretar el acelerador.

-¡Asaiah! –Grito. Sus nudillos están rojos. Se ha abierto las manos por los golpes que le ha dado a la pared. Él no para. Llegamos rápidamente a la carretera y sube la velocidad. Esto va a terminar mal. -¡Para! –Grito pero él gruñe y sigue pisando el acelerador. -¡Asaiah! ¡Mierda, para! ¡Nos vas a matar!

Gira el volante bruscamente y la camioneta se va por la tierra, levantando una nube mugrienta hasta que se detiene por completo y Asaiah baja del auto. Se pasa las manos por la cabeza y se queda parado. Bajo del coche y me le acerco.

-¿Asaiah? –Susurro.

-Estoy cansado. –Responde sin voltear a mirarme. –Estoy cansado. –Se gira y me mira. En sus ojos veo que es cierto. Está cansado. Está cansado de portar esa mascara, de actuar como si nada le doliera, como si nada le importara. Porque sabe que si demuestra que siente, que le importa algo, lo usaran contra él.  Eso no es justo. -¿Por qué? –Me susurra. -¿Por qué siempre tiene que sufrir alguien por mi culpa?

-Asaiah, sabes muy bien que tú no tienes la culpa. –Le digo.

-Claro que la tengo. De no ser por mi nada de esto hubiera pasado, si yo no...

-¿Si tú no qué? –Lo interrumpo. -¿Vas a empezar con lo mismo? ¿Vas a decir que si tú no hubieras enamorado?

-Es cierto. Yo tenía todo planeado. Todo ya estaba alineado y...

-¿Y qué? ¿Yo puse tu mundo de cabeza?

-No. –Da unos pasos y elimina la distancia que nos separa. Coloca su frente contra la mía y me mira a los ojos mientras sujeta mi cara con ambas manos. –No, Christina. Tú me enseñaste a vivir.

Suelto un suspiro y lo miro a los ojos y me pierdo en ellos. Este hombre es perfecto a pesar de todos sus defectos. Y no hay nada que yo no haría para verlo feliz. Le rodeo la cintura con mis brazos y él deposita un beso en mi frente.

-Vamos a la camioneta. –Digo. –Tenemos que llegar pronto.

El camino de regreso es rápido ya que Asaiah no se ha molestado en verificar si está dentro del límite de velocidad pero sé que no lo estamos, y por bastante, de hecho.

Solo hay dos hospitales en la pequeña ciudad. Uno es pequeño y es privado y el otro es más grande y público. Está de más mencionar que a todos los heridos por enfrentamientos violentos los llevan al hospital público.

Llegamos al hospital ya entrada la madrugada y toda la ciudad permanece tranquila. Todo está tranquilo aquí. Todo ha seguido su curso normal. La tierra ha seguido dando vueltas y solo nosotros estamos conscientes de nuestro pequeño e insignificante caos, claro, comparándolo a los grandes acontecimientos que vive nuestro universo.

En cuanto apaga el motor, Asaiah sale a toda velocidad hacia urgencias y me cuesta seguirle el paso. Lo veo preguntando en voz alta a todas las enfermeras que ve. Quiero decirle algo pero no sé qué puedo decirle.

-¿Christina? –Una voz masculina me toma por sorpresa. Trevor. Me doy media vuelta y lo miro. En seguida me acerco para darle un rápido abrazo.

Demonio (secuela de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora