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Jeno

Estar sentado allí frente a Jaemin intentando remendar la estupidez de mi error cometido horas antes no era algo fácil. Aceptar el hecho de que había sido demasiado inmaduro y orgulloso con el muchacho con ojos de Bambi que me miraba expectante al otro lado de la habitación hacia que, por alguna extraña razón, mis manos sudaran y mi voz temblara ligeramente. Tal vez era el temor a arruinarlo aun más o solo el simple hecho de que su presencia en estos momentos me ponía demasiado nervioso como para pensar claramente. Antes era yo el que lo miraba de esa forma, de una manera tan penetrante que podría atravesar su alma con un solo vistazo, pero ahora los papeles se habían invertido y era él el que estaba cruzado de brazos, con el ceño fruncido y la mirada furtiva a la espera de que abra la boca y diga todas las palabras que arremolinaban en mi mente.

Pero ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Perdón por ser un idiota? ¿Perdón por enfurecerme por los celos al verte besando a otra persona? 

Eso no iba a funcionar, de ninguna manera era aceptable mi comportamiento desde el punto de vista de que no éramos nada. Fuera de esos momentos cruciales y de quiebre que vivimos juntos, el uno con el otro, no había otra cosa que nos uniera mas allá de eso. Porque técnicamente no había sentimientos de por medio, solo el profundo dolor que cargábamos ambos. O eso parecía desde el lado de Jaemin. Pero yo estaba demasiado confundido con mis sentimientos hacia él, no había experimentado el tipo de amor romántico como para identificarlo rápidamente, pero no se sentía como el que describen en las películas. Era algo mas asfixiante, como si el oxigeno abandonara mis pulmones cada vez que lo tenia cerca, pero aun los sentía funcionar. Un sentimiento que partía desde mi propia insuficiencia y que encontraba en Jaemin algo que hacia acelerar mi corazón para oír su retumbar en mis oídos. Pero en adición a todas esas confusas emociones,  la dependencia -sana o insana- que habíamos desarrollado el uno en el otro era una gran turbulencia. Porque después de todo era como un estimulo para por fin lograr esa sensación de bienestar momentáneo. 

Pero mi mente, traicionera como siempre, también maquinaba la idea de que tal vez estábamos asustados de estar solos y encontrábamos cierta compañía y consuelo en el otro. Tal vez necesitábamos a alguien para sentirnos bien y llenar ese vacío emocional y rellenar las gritas. Tal vez nos estamos lastimando, sabiendo que esta mal y que hay alguien mejor para ambos fuera de todo esto.

Pero mi corazón egoísta y caprichoso lo quería a él,  o eso aparentaba. Quería al muchacho con ojos de Bambi, quería al Jaemin roto y hecho pedazos. Porque aunque no había certeza alguna en mis sentimientos, de que si era amor o simple capricho, estaba la fugaz esperanza de que por bendición de las estrellas y protección de la luna todo funcionara entre ambos.

¿Qué cosa? No estaba muy seguro, tal vez una amistad, tal vez un romance, o simplemente la presencia del otro para cada uno. De esas que brindan seguridad y firmeza, y que hacen paracer que todo estará bien.

— ¿Vas a hablar o vas a quedarte viendo a la nada como un maldito psicópata? — mascullo con desdén mientras me miraba de brazos cruzados esperando una respuesta. Estaba parado contra la ventana, apoyado en el marco de esta, y toda su aura desprendía una sensación de hostilidad. Desde la forma de hablar hasta sus gestos y movimientos.

No me quería allí.

— Lo siento.

— ¿Lo sientes?  —repitió mientras resoplaba y movía su lengua empujando el interior de su mejilla en un gesto cargado de malicia. Y sus ojos decayeron en tan solo un segundo, las facciones de su rostro se contrajeron y cambiaron tan rápidamente mostrando un matiz de su seriedad que no había visto antes. Una que lucia como la de alguien que estaba a punto de disparar una bala a través de mi cabeza, tan peligrosa como abrumadora.

Era la primera vez que lo veía de aquella manera, con una firmeza y rigor flameante en sus ojos. Demostrando una solidez avasallante en su postura. Y estaba demasiado claro que debía someterme ante él para mínimamente tener la posibilidad de disculparme. Y mientras pensaba en las palabras correctas para decir, recordé asombrado al Jaemin que había conocido tiempo atrás, una matiz completamente diferente de la que estaba presenciando ahora. Una mas suave y fácil de manipular, poco imponente a comparación de la que estaba ahora. Demasiado arrasadora como para intentar controlarla. Y sonreí; porque por lo menos estaba el instinto que lo empujaba a someterme, no esa indiferencia que lo hacia parecer como un muerto en vida.

— Si, lo siento. — repetí mientras buscaba su mirada entre medio de la oscuridad de la habitación. — No debí tratarte de esa manera, estaba enojado pero eso no justifica mi actitud hacia ti.

Maldita sea Lee Jeno, estas disculpándote, no dando un discurso para una eminencia. Pero las palabras flotaron solas por mi garganta, y tal vez; solo tal vez, la formalidad en mi manera de decir aquello podía demostrar cuan arrepentido estaba.

No funciono.

Mas bien le divirtió la forma en la que parecía un idiota sin saber como expresarse. Y eso que yo era el mas comunicativo de los dos. Se rio con la nariz, tan fuerte para hacerme notar que no estaba haciendo otra cosa que el ridículo. Pero que mas daba, no podía dejar que las cosas terminaran de esa manera. Tal vez con el tiempo pasaría y volveríamos a la normalidad pero necesitábamos hablarlo, necesitábamos dejar las cosas en claro.

— No soy bueno con las palabras, pero necesitamos dejar en claro lo que sea que hay entre nosotros. — dije y espere su respuesta, una que tardo unos infinitos segundos en llegar.

— ¿Y que se supone que hay entre "nosotros".

El sarcasmo en sus palabras me dieron ganas de tirarle con una almohada que había en la cama, lo hacia apropósito. Lo veía en la malicia que brillaba en sus ojos. Pero no iba a ceder tan rápido, o sino perdería la oportunidad de decir las cosas de frente.

— Deja de jugar, Nana. Sabes de lo que hablo.

— Explícame. — insistió.

Y estaba bien con eso, porque yo también podía jugar al mismo juego que el estaba jugando. Lo mire mientras negaba suavemente y un resoplido salía de mi nariz. Di dos pasos hacia delante y vi como su postura relajada cambiaba completamente, no había mucha distancia entre ambos y podía ser reducida en unos simples cuatro pasos mas. Pero no fui el único que avanzo, dio dos pasos con picardía y aun de brazos cruzados, con el mentón en alto; demostrando que era él el que me veía desde arriba. Era palpable la tensión que se había formado a nuestro alrededor, lo suficiente como para cortarla con un cuchillo.

— ¿Y por que no mejor demostrarlo? — y cerré la distancia entre ambos. Su pecho chocó contra el mío y su mirada nunca se movió de mis ojos, su cara de póker no titubeo cuando mi nariz rozo la suya pero luego no pude fijarme en sus facciones, mis ojos estaban fijos en los suyos. No lucia nervioso, pero el acelerado ritmo de su corazón lo delataba.

Tome su mandíbula entre mi mano y apreté ligeramente mientras lo atraía hacia mi, con nuestros labios rozándose:—¿Te parece suficiente? 

Susurro un suave no, casi inaudible, mientras me miraba mas intensamente que antes. Suspire en sus labios y cuando estuve a punto de besarlo, su cabeza giro ferozmente hacia la derecha, provocando que mis labios chocaran contra la piel de su mejilla. 

Ja, era de esperarse.

Pero aun así no desistí y baje mis besos a su mandíbula, delineando el contorno afilado de esta mientras que mi brazo se deslizaba por su espalda. Lo empuje mas hacia mi, hasta que estuvo completamente entre mis brazos.

— I'm the boy you'd die for — murmuró cuando alejé mi rostro y nuestras miradas se volvían a cruzar.

Sonreí ante esa tonta referencia y respondí:— I'm gonna pop your bubblegum heart.







The Beach [Nomin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora