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Jaemin

Nunca, ni siquiera en mis más remotos pensamientos habría imaginado besar a Jeno. Pero luego la madrugada en la playa sucedió, lo tomé como un desliz. Algo que pasa una sola vez y nunca vuelve a suceder. Quien creería que ahora ambos estábamos encerrados en mi habitación besandonos como si la vida se nos fuese en ello.

Y tal vez era por la forma tan hipnótica que tenía al mover sus labios sobre los míos, o su agarre fijo en mis caderas. Tal vez era la forma en que me miraba cada vez que nos quedábamos sin aire y tomábamos un pequeño descanso, porque su mirada era como si el nada misma -negra y sofocante- te mirase a los ojos y devorase tu alma. No sabía que, pero había algo que me seguía empujando al chico de cabello rubio y mirada vacía.

Pero también estaba su contraparte, ese lado de mi mente que me decía que algo estaba mal. Y no era el hecho de estar besando a un chico, Mark también lo era y no me entraba la culpa después de devorar le la boca. Era algo más allá de eso, supongo que desconocido para mí. Y aún así tiraba más mi lado pecador, ese que me impulsaba otra vez a sentir el sabor de sus labios. 

Debajo de él todo panorama cobraba un sentido diferente y, de alguna extraña manera lograba hacerme sentir seguro bajo su cuerpo, el cual lograba cubrir por completo mi pequeña y delgada figura. La luz de luna iluminaba su cabello rubio del cual colgaban mechones hacia mi dirección, su respiración hacia cosquillas en mi rostro pero parecía no estar dispuesto a salir de ese pequeño momento en el cual sus ojos trataban de descubrir todos los secretos de mi alma.

— ¿Vas a quedarte así? — murmure casi tan bajo como un suave silbido pero estaba casi a la par que yo, sabía que podría oírme.

— ¿Tienes algún problema con ello?

Odiaba no recibir respuestas directas, pero no me molestó viniendo de él. La forma en que lo dijo fue más como un juego y sonreí, dispuesto a seguirle el hilo.

— Si vas a mirarme de esa forma, tal vez si me moleste. — respondí con mi vista fija en el vacío de sus ojos.

— ¿Y cómo estoy mirándote? — el brillo en sus ojos cambió, una chispa de picardía asomó por ellos.

Aunque nunca hubiera sido capaz de mantenerle la mirada a alguien mas por tanto tiempo y con semejante intensidad, con Jeno parecía ser diferente. Todo se volvía mas fácil con él.

— ¿Debo ponerlo en palabras?

— Si así lo quieres, claro.

— Como si quisieras ver a través de mi.

No hablo por unos minutos, solo siguió observándome, con más intensidad incluso, para luego bajar sus labios a mi mentor y dar pequeños besos.

— ¿Y cómo te hace sentir eso? — pregunto con la voz ahogada en mi piel, mientras descendía hacia la curvatura de mi cuello.

— Como si el vacío me estuviera viendo a los ojos. — la voz se me volvió más ronca de repente. Y apreté sus hombros cuando mordió una parte de mi clavícula.

Por obvias razones no iba a decir todo lo que me generaba que me viera de esa manera. Porque decir ésa pequeña frase era algo tan banal y superficial que hasta la persona menos expresiva podría decir algo mejor. No iba a decirle todos los sentimientos desconocidos que arremolinaban en mi interior cuando me veía de esa manera, ni como ni siquiera podía explicar que sentía con exactitud. Me hacía sentirme como un ignorante, tonto y analfabeta el no poder expresar de manera correcta y exacta lo que me generaban sus ojos. Tal vez porque nadie me había visto de esa manera o quien sabe la razón.

Pero odiaba sentirme así.

Se dejó caer sobre mi luego de besar mi mentón y rodó hacia mi costado, terminando ambos acostado mirando el techo de mi habitación mientras tratábamos de volver a respirar con normalidad. Su mano rozó la mía y sentí la calidez de sus dedos contra mi piel, que últimamente solía estar más fría de lo normal.

El silencio que se había formado en la habitación me hizo sentir incómodo y me incorporé para darle uso al viejo tocadiscos pero cuando intente salir de la cama la palma de Jeno se cerró sobre mi muñeca y me volteé a verlo.

— ¿A dónde vas? — preguntó. Con los ojos brillantes y la mitad del torso levantado.

— Iba a poner un disco, no me gusta el silencio. — respondí mientras lo miraba  esperando a que me soltara a la vez que  trataba de retener cada detalle de la imagen que tenia frente a mis ojos. Digna para una obra de antaño, aquellas renacentistas que parecían talladas por los mismos dioses.

No dijo nada cuando, por fin, me soltó y volvió a echarse en la cama con los brazos flexionados por detrás de su cabeza. Por mi parte, camine descalzo y rápidamente hacia el tocadiscos y tome el primer álbum que tenía a la mano para luego hacerlo sonar.

Así, lentamente y de manera tenue, la música fue llenando el vacío y reemplazando el incómodo silencio que se había generado.

No sabía que hora era pero el sueño ya me estaba tentando a sus dominios así que cuando volví al borde de la cama, tomé el dobladillo de mi camiseta y me la quité, dispuesto a acurrucarme entre las sábanas.

— ¿Qué haces? — pregunto otra vez el muchacho de cabello rubio y piel pálida que seguía recostado en mi cama.

— Voy a dormir, ahora hazte a un lado. — tomé las sábanas y me metí entre ellas mientras le daba la espalda.

Para mí desgracia, Jeno no parecía con las mínimas ganas de abandonar la habitación y mucho menos la cama.

— Si vas a quedarte, acuéstate bien.

El sonido de, lo que creo fue una exclamación de alegría, que dejó escapar después de escucharme hablar me hizo reír. Parecía un niño al cual le estaban cumpliendo un capricho.

Sentí como se sentó y segundos después   oí el leve sonido de su camiseta siendo arrojada a alguna parte de mi habitación. Las sábanas se movieron y el colchón se hundió a mi lado cuando ya estuvo listo para dormir. Mi cama no era demasiado espaciosa así que, por inercia, cuando me acomode un poco más lejos del borde choque contra su musculosa y ancha espalda. El calor que emanaba me dio un escalofrío y solté un par de maldiciones cuando se me erizo la piel, siendo muy consiente de que el era capaz de sentirlo.

Pero aún así ninguno de los dos se alejó  del otro.

— Buenas noches, Jeno. — murmure cuando creí que ya estaba dormido.

Pero su voz rasposa rompió el silencio susurrando un:— Buenas noches, Nana.

The Beach [Nomin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora