UN ÁNGEL EN LA ESPESA HIERBA

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El hogar de Shikamaru era pequeño pero acogedor. Una estructura de madera algo roída por los años que había sido morada de su familia por generaciones, construida por sus antepasados y adecuada a sus necesidades por él y su padre. Poseía una entrada algo accidentada debido a la naturaleza del terreno, que se extendía como un gran jardín de flores silvestres dando la bienvenida a cualquier visitante. En la entrada había tres escalones de madera que daban lugar a la puerta de entrada, la cual era rústica pero había sido tallada por sus propias manos. Al interior se podían observar dos pequeños ambientes. Uno donde se extendía una mesa de roble trabajada de forma irregular, acompañada de tres pequeños bancos de similares características. A un lado se hallaba la cocina, la cual albergaba ollas, sartenes y cuencos, además de un modesto horno a leña donde era posible asar los alimentos y brindar calor en los días de invierno. El segundo ambiente, el cual estaba en la planta superior, era un lugar igual de sencillo; la habitación estaba compuesta por dos camas, una al lado de la otra, donde descansaban Shikamaru y su padre, un baúl donde guardaba sus pertenencias y sus prendas de vestir. Entre los dos catres había una ventana desde donde se veía la pequeña granja de aves que tenía en la parte trasera de su casa y, expandiendo un poco más el panorama, se veía la colina desde donde subió para pastar el día anterior.

Había pasado una semana desde que vio a la misteriosa joven. Desde ese incidente, todos los días se levantaba más temprano que de costumbre. Llevaba a pastar a sus animales antes de la salida del sol y regresaba cuando el sol se mostraba. Una vez dejaba a su ganado en casa, regresaba a las mismas praderas a esperarla, todo eso con la finalidad de poder correr tras ella al verla otra vez.

Aunque su esfuerzo había sido en vano hasta ese día, no perdía la esperanza. Sabía que ella volvería... y así fue.

Buscándola con la mirada la vio entre los arbustos al otro extremo de la pradera, llevando consigo una canasta de frutas en el brazo, además parecía llevar algo en las manos mientras buscaba algún punto inexacto entre las ramas de un árbol.

Armándose de valor, decidió acercarse.

Su paso ligero se convirtió en un trote apurado, pasando a correr de forma veloz al verla resbalar luego de intentar subir al mencionado árbol. No logró tomarla en brazos pero evitó que se hiciera daño. Colocó su brazo para protegerla y salvó el rostro de la muchacha, llevándose a cambio un desagradable raspón en el antebrazo.

--¡Dios mío! ¿Se encuentra usted bien?-- pronunció preocupada la mujer al sentarse y ver el brazo magullado del joven.

--No se preocupe por mí, señorita-- se cubrió --¿usted está bien?

--¿Yo? Sí, gracias a usted. Déjeme ver su brazo-- lo tomó sin permiso --Esto se ve mal. ¿Me permite ayudarlo?-- Los ojos del joven quedaron hipnotizados por la belleza de la muchacha y no pudo emitir respuesta. Ella, haciendo caso omiso a su mutismo, se puso de pie recorriendo con la vista las frutas que yacían desperdigadas por el lugar. Tomó la canasta y sacó de ella una pequeña tela que usó como vendaje para el muchacho. Mientras ella hacía lo suyo, Shikamaru observaba sus facciones delicadas y su actuar hospitalario, quedando prendado inmediatamente de la misteriosa chica.

--Si no es mucho atrevimiento me gustaría saber el nombre de la mujer que cura mis heridas-- dijo al ser capaz de vocalizar nuevamente.

--Mi nombre es Ino-- brincó al darse cuenta que había revelado su nombre tan fácilmente. Tenía razones de sobra para ocultar su identidad, pero extrañamente la verdad salió de sus labios sin pensarlo. Ahora simplemente rogaba porque aquel muchacho no se espantara al reconocerla.

--¿Ino? Qué bello nombre-- dijo castamente ganándose un suspiro de alivio de la joven.

--¿Y qué me dice de usted? ¿Acaso podré conocer la identidad del valiente caballero que corrió en mi auxilio?-- preguntó terminando con el vendaje.

SENTIMIENTOS PROHIBIDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora