PERIPECIAS PARA ESCABULLIRSE

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Corría a través de los árboles que escondían la elegante e inmensa mansión. No podía decir que su vida era desdichada, pues estaría pecando de hipócrita al saber que era heredera de una de las familias más poderosas de la Villa de la Hoja. Gozaba de todas las comodidades que cualquiera soñaría tener. Enormes jardines con las flores más exóticas, exclusivas piezas de arte que decoraban sus muros, una arquitectura única y majestuosa con amplios salones y dormitorios infinitos que desfilaban en los pasillos superiores.

El dueño de aquella magnánima fortaleza era el viudo conde Inoichi Yamanaka, quien junto a su hermana Tsunade, compartían la residencia con sus hijos Ino Yamanaka y su hermano menor Deidara. Al ser la primera hija, Ino sería la heredera directa, además de suceder el título de nobleza de su padre; por esa razón era imperioso que encontrara un marido a su altura. A sus 17 años ya se encontraba en edad suficiente para contraer matrimonio, por lo que su tía Tsunade se había encargado de encontrarle un buen partido. El muchacho con sus 20 años cumplidos era un joven atractivo, de buenos modales, con mucho poder, además hijo menor de Fugaku Uchiha, duque de la Villa de la Cascada. Aunque a Inoichi le hubiera gustado casar a su hija con el hijo mayor y heredero, este ya se encontraba casado.

Fugaku Uchiha tenía tres hijos. El mayor, Itachi Uchiha, estaba casado con Izumi, una noble proveniente de tierras lejanas; Sasuke Uchiha, hombre de unos 24 años aún soltero, alejado de la familia debido a las constantes disputas. Se decía que él no estaba de acuerdo con la vida aristocrática ni con los acuerdos impuestos a los que se solían llegar. En pocas palabras, era la oveja negra de la familia, un rebelde anti sistema que prefería la vida libre a seguir los protocolos estrictos de la nobleza. Su hermano mayor era el único que conocía ubicación exacta, y solo él solía comunicarse con Sasuke cada tanto. Por su parte Fugaku se mantenía al margen. Le había retirado su afecto, aún así se cruzaban en ciertos eventos protocolares donde era invitado por Itachi. A pesar de su actitud arisca, el duque había dado parte de su herencia a su hijo, para que donde quiera que se encuentre pudiera vivir bien, como un noble merecía. Finalmente Sai, el menor de los Uchiha. A diferencia de la actitud bondadosa de sus hermanos mayores, Sai era igual a su padre, acostumbrado a las formas y comodidades aristocráticas; carente del sentido de la humildad y el respeto por quienes consideraba inferiores a él. En su manera de ver el gran orden de las cosas, los nobles eran los únicos que merecían su consideración y amabilidad; los siervos, lacayos y demás seres vivientes eran mero relleno poblacional que existían para servir a las altas castas. Debido a su actitud déspota y egocentrista, detestaba ser contrariado. Estaba acostumbrado a hacer su voluntad donde quisiera y con quien quisiera, eso incluía por supuesto a las mujeres. Era cierto que su atractivo influía en su afán de conseguir féminas que estuvieran dispuestas a cumplir sus deseos, pero si acaso alguna osaba rehusarse, él lograba cumplir su voluntad al precio que fuere.

A pesar de tener todo al alcance de sus manos, Ino era infeliz. Estaba prácticamente confinada en esa mansión desde mucho antes pero la situación empeoró cuando empezó a ser cortejada por el joven Uchiha. Todavía no habían oficializado el compromiso, pero era un hecho que debía casarse con él. Prácticamente desconocía al joven pero sabía con seguridad que no lo amaba y no deseaba compartir su vida con un completo y pedante desconocido.

Tiempo atrás solía dar paseos en carroza por los campos de los alrededores, además pasaba tardes con sus amigas mientras los hombres practicaban tiro en tiempos de cacería. Ahora que tenía un pretendiente, su padre y su tía acordaron que lo mejor sería pulir sus talentos en la danza, música, bordado y artes para ser la esposa ideal en lugar de vagabundear por ahí.

Ella amaba la naturaleza, por lo que siempre hallaba la manera de escabullirse para salir un momento a tomar aire fresco. Infinidad de veces su padre le había dicho que podía salir al jardín, invitar a sus amigas, tomar el té, distraerse con juegos de mesa, leer un libro, en fin, innumerables actividades que usa señorita de abolengo podía disfrutar; sin embargo ella prefería la libertad.

SENTIMIENTOS PROHIBIDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora