15: Pero solo si rezas correctamente

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     Arrugué la nota, la boté en el cubo de basura de mi habitación.

     Vergüenza.

     Arrepentimiento.

     Confusión.

     Miré mis manos por un largo minuto que sobaba mis hombros hacia una posición fetal. Es horrible sentir cosas dentro sin posibilidad de entenderlas, sino fuera del cuerpo.
Como sentir celos, o angustia... En un momento no entenderás, hasta que veas la razón fuera de ti, andando.

     A veces tiene piernas.

     Otras veces, solo un próposito.

     Solo necesita la voluntad para existir, y yo la voluntad para decir que aquello fuera de mí me pertenece; reconocer la emoción.

     Escribí otra mentira; otra nota.

     De me hizo tarde; corrí fuera de casa. 
A lo largo del camino, iba pensando porqué había recurrido a un método tan ñoño, como no decir las cosas a la cara. ¿Qué tenía que aceptar? Cualquier cosa que me hubiesen dicho que era lo que sentía lo hubiera aceptado como la verdad, porque justo creía que esa misma verdad estaba afuera. 
     Lejos, tomando otra línea en el metro.

     Mirando por otra ventana.

     Patético.
     Si me hubiesen dicho que eran náuseas, odio o alegría, con una inclinación de cabeza hubiera dicho que sí.

     Qué embrollo.

     Al menos había recordado la película para Rei, y la llevaba en la mochila. Solo tenía que hacer una cosa más, y todo se acabaría.
Como si se terminase el mundo, me sentí nostálgico.
    Las cosas habían acabado de forma abrupta, y eso no me gustaba.

    Para mi sorpresa, la entrada de la escuela estaba hecha un alboroto.     Algunos chicos se estaban desvistiendo en pequeños grupos junto a los árboles, mientras que las chicas se cubrían las bocas; algo murmuraban y yo me lo estaba perdiendo todo.
     A pesar del desordenado escenario, no perdí el hilo de pensamiento y me dirigí a la entrada.

     El delgado crujir de los vidrios bajo mis zapatos habló por sí mismo.
     Los directivos, y otras personas que jamás había visto dentro de las instalaciones se seguían los pasos en pequeñas filas, yendo de un lado al otro. El director estaba demasiado serio, aunque él ya era así desde un principio... Sin embargo, los rostros hablan más que las mismas bocas que los componen.

    Me acerqué despacio. Los casilleros también estaban algo descolocados.

     Murmuraban.

     Nadie me llamó la atención.

     Para no sentirme estúpido, revisé los pies de mis compañeros. Todos llevaban el calzado de atletismo.
Mientras me sentía aliviado por haberme encontrado al alumnado fuera, sin nada qué hacer, más espacio acumulaba la duda en mi cerebro al no entender qué había pasado para que todos estuvieran perdiendo el tiempo allá.

     Con cuidado, para no ser visto, coloqué la película de Rei en el casillero con su plaqueta plateada.
Revisé por mis espaldas.

     Después, me saqué los zapatos con cuidado, de puntillas.
Los cambié por los que usábamos dentro de la escuela. 

     Último espacio a ocupar. Fin.

     Abrí el casillero de Asuka, deslicé la nota.
     Miré a todas partes.

     De nuevo nadie lo notó.

     O estaba demasiado seguro de mí mismo; quién sabe.

     Caminé despacio por el pasillo principal; los adultos me miraban por un instante y de nuevo se olvidaban de que existía. Era esa clase de mirada despectiva que lanzarías a quienes no tienen importancia en una historia clave; como un personaje secundario para los demás.
De cualquier manera, mi intención no era llamar la atención de los policías y maestros alrededor mío; entre menos me notaran, más tranquilo podría estar de que no había sido mi culpa.

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