13: Cómo llamarle al vacío

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     Para mi tristeza no existe nada definido.
     Seguir a Rei por toda la escuela me lo dejó en claro. Más que por necesidad, era una señal de alerta para que pudiese voltear a verme mientras nuestros pies casi chocaban por entre los pasillos.

     Era la urgencia por hacer algo, y por encorvarme al punto de no querer subir de nuevo a la altura del cielo de alguien con mi estatura.
     Náuseas, ganas de roer pensamientos.
     Angustia, miedo, ansiedad e ira.
     Cuatro simples cosas. Cuatro cosas más simples y más tontas se me podían haber cruzado en una noche sin avisar.

     Para cargar más la situación, Asuka no asistió a clase.
     Cosas como esas enferman a cualquiera. No por la chica tonta, no porque sea tonta... No, en realidad es porque no apareció y probablemente, muy en el fondo de mí, algo podría gritarme que estaba muerta desde horas atrás.
     Sí, esas cosas enferman a cualquiera.

     Luce como algo no importante, pero se extraña. No es mi persona favorita, pero la clase está incompleta.
Ese es el problema: las cosas incompletas funcionan hasta quebrarse.

     Exagerando un poco, creo que me voy demasiado rápido a los extremos.
Mi tendencia a exagerar las cosas siempre causa un conflicto, y no es necesario que se me reproche.
     No necesito bocas diciendo lo mal que se ve un muchacho como yo siguiendo a la encargada del director por la escuela.
     No, no es necesario; sé qué se ve bastante mal como para que alguien más lo reafirme con seguridad.
La seguridad del acto mal ejecutado ya la tengo, ¿para qué dar vueltas al asunto?

     Realmente no me entiendo.
     Sé qué pasa, lo juro. Yo lo sé, y pienso que puedo estar mal, pero no creo estarlo. Hay mucho estira y afloja.
     A veces me pregunto porque le dedico tanto tiempo a cosas como esta.

     ¿De verdad me encuentro tan sólo como para exagerar los hechos hasta el punto de quiebre?

     Sin embargo, sé que el clímax no es éste. Probablemente, llegue mucho tiempo después.

     Sí, probablemente también estoy muy solo y no sé cómo compensarme eso.
     Puede ser que es algo similar a lo que viví hace tiempo.

     No hace mucho soñé con otra persona.

     Mi madre, para ser más exactos.
     Recordarlo es como tragar un puñado de arena de mar en medio de una tormenta... Y lo explico de tal forma porque eso fue lo que sucedió.
Sí, ella se fue, y se despidió de mí a lo lejos, moviendo su mano de lado a lado.
     Mamá se iba, y yo pensé que después regresaría.

     Abandono, le dicen.
     También puede significar algo como "muerte". Desvanecer. Dejar de existir en un plano.

     No sé cuál de esas otras cuatro habrán sido realmente las razones.
Las conjeturas que saqué a veces tienen sentido, otras veces no.
     Algunos detalles flotan frente a mis ojos antes de dormir, como hojas sobre un charco.

     Justamente como si me encontrase recostado al fondo de un no muy profundo arroyo, y las pequeñas y crujientes hojas de los árboles cayeran sobre mis ojos.
     Justamente así. Así se siente cuando pienso demasiado en conjeturas, y nada se ordena.

     Solo son torpes hojas que se reúnen en un pequeño arroyo, y se pierden, arrastradas por la corriente de mi sueño.

     A cualquiera le aburriría vivir una vida basada en ello, sin embargo, no tengo elección.
     No. Creo que sí la tengo, pero prefiero no elegir nada de lo que se me pueda ofrecer.

     Tengo ese recuerdo vivo de una mujer estirando el brazo, siguiendo el difuminado horizonte de un atardecer helado de otoño, y al día siguiente, despertar con las luces apagadas.
     Nadie las encendía, y tenía miedo.

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