19: Komm, süßer Tod, parte I

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     Una cigarra. Dos, tres.
     Como campanas desde el más allá, llamándome. Susurrando cuentos e historias de muerte desdichada, bien hecha.
     Finita.
     Me levanté del asiento hasta que el último estudiante salió de la escuela.
     Desde la lejanía, abandonándome para acabar con todo.
     Por un momento me lo pensé, creo que fui coherente. Al ver al último alumno alejarse, pensaba en que era su culpa.

¿Lo sentiría? ¿Lo sentiría en realidad? ¿Le pasaría por la cabeza? ¿Pasaría por su cabeza que, justo después de que él se fue, alguien saltó de la azotea? 

     Yo lo había pensado, porque es de las cosas que hago cuando me encuentro solo. 
     Pensaba en otras personas, dejando volar mi imaginación hiperactiva hacia otros mundos.
     Imaginaba sus cuerpos, sus hogares, sus familias. ¿Eran más felices que yo? Siempre era así la respuesta: afirmativa.

     Finalmente había logrado expresar lo que sentía a Asuka, y había logrado dar un paso más por las escaleras del último piso.

     ¿Quién me iba a ver en dicha situación? Ninguno se habría percatado de algo. Es el problema del silencio, o del ruido: te percatarás de él una vez que haya desaparecido del ambiente. Existirá solo mientras lo pienses, y luego, se irá, acorralándose dentro de sí mismo.

     Aquí. A casa, al lugar, o donde quiera yo morir.

     "Bienvenido", me dije a mí mismo.
     "Gracias", me respondí.
     Como siempre, la cena debía de prepararla yo; pero no tenía hambre.

     Pensé en mi padre. ¿Quién era esa mujer cuyo rostro mutaba cada vez que lo recordaba? No era nadie, podría haber sido cualquiera... Pero no había perdido el recuerdo de un extraño, como hacemos normalmente... Ella había permanecido. 
     Cambiante, y sutil, en mi existencia. 

     ¿Era capaz yo de perder esa imagen mental llamada "madre", saltando?
     Las cosas no dolerían, ni extrañarían. Mi padre no pagaría por ambos el alquiler y el almuerzo. Kensuke y Toji podrían tener a muchos otros mejores amigos, y Asuka se enamoraría. Rei podría volver a su vida normal, Mari se olvidaría de todo.

     El peso de ser la consecuencia de alguien duele.
     El peso de las consecuencias duelen.
     Si me lanzaba, todo saldría volando. Y, después... Escucharía el fúnebre sonido de mi peso contra el suelo, y las memorias, tronando y quebrándose de una a una, volviéndose una nube de polvo flotante, o un charco de sangre.
     Eso sería vida.

     También, morir. Porque es un impulso a la pérdida de uno mismo y volverse otro con el mundo. Querer regresar a casa. A la tierra, a las plantas, a la gente y a las estrellas.
     Escupir a Dios a la cara, o tomarse un café con él, para hablar de algo, de porqué mamá se fue. Si regresó, y no me di cuenta esa noche. Y hacer otra taza de café para ella, porque seguro se le antojaría.

     Eso.

     Cosas que no sé, solo que tal vez Dios lo sepa. 
     Me planteó todo difícil, jamás sé equivocarme de la manera correcta.
     Por eso no quise crecer nunca.
     Por eso lo pensé tanto. No debí haberlo hecho.

     Crecí para no ser parte del mundo, y sentirme alienado.
     Ya he experimentado esto otras veces.
     No es como si se fuera a ir tan rápido.

     Ojalá tomara un taxi de solo ida, todo esto que tengo.
     Ojalá fuera fácil.

     Ya no quiero oír más de nadie.
     No hace falta ya. A veces es suficiente, y con eso basta; el plato está lleno y se le da de comer a los perros. Con sentirse humano para poder justificarse, sin sentir tanta culpa, es lo mejor.
     Porque se es humano, y es normal. 
     Porque soy humano, y eso es lo que sé hacer.

     ¿Por qué decido matarme? Porque es la única forma que pude encontrar, en ese momento, de solucionar todo. Es mi manera de ayudarlos a vivir de nuevo en armonía.
     Estoy haciendo algo bueno.

     Lo sé.

     Duele tener qué hablar más de esto.
     Se ha descompuesto dentro de mí mi propia imagen. ¿Quién soy yo ahora? No tengo voluntad para vivir, y si el paraíso me pertenece, no espero llegar a él nunca. No me interesa ver a mis amigos, ni a mi familia. Tampoco quiero toparme con algún conocido.

     Quiero regresar a casa en silencio. Sin tener que saludar a nadie.
     Quiero llegar más lejos que ellos, muchísimo más lejos del lugar en el que estén.

     Quiero que no les duela, ni tampoco me extrañen. 
     Quiero ayudarlos.

     Sí, quiero llegar más lejos... Para quedarme, y no volver a huir como un cobarde. Para que ellos pertenezcan y no busquen.

     Eso quiero para todos. ¿Es egoísta? Claro que lo es.
     Fue mío y todo mío, todo el mundo y la historia del sueño.

     A veces tengo que desaparecer a la fuerza.

...

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