17: Al menos siente como un ser humano

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     Claramente, Mari no perdió tiempo. Esa misma tarde regresó a la escuela y me reportó con la dirección; ¿corrí con suerte? Algo así.
     A decir verdad, no me preocupé tanto por la sanción como lo hubiese hecho en alguna otra etapa de mi vida.
     Papá de todos modos no se habría enterado de nada.

     La conversación con el director fue algo intensa; no podía revelar ninguno de los hechos sobre Asuka aunque quisiera. La película de Rei no era problema; tampoco era la clave importante de un suceso relevante para la institución.
     El motivo de todo esto fue mi inmadurez.
     Y yo no estaba preparado para aceptarlo.

     Mucho menos entre los dos ojos de un adulto a quién no le sabía más que un saludo cordial.
     Él fue claro, conciso. Tiró directo a la cabeza.
     Dos semanas de detención. Me quedaría en el aula hasta las 7 de la tarde todos los días; ayudante de "tiempo completo".

     No tenía autorizado salir del aula a menos que tuviese que ir al baño o me delegaran alguna actividad específica qué realizar fuera del silencioso cuarto.

     Era el primer día.

     Me froté la frente.

     Me quedé sentado en mi banco después de que la limpieza terminase en el aula. No hablé con Asuka en todo el día, pero al verla, me recorrió por la espina una sensación incómoda.

     Me sentí muy vulnerable.

     La tarde pasó tan despacio; nadie tenía intenciones de llamarme.
     Estuve sentado en mi asiento desde la salida.

     Pasaron dos horas; demasiado tiempo muerto.

     Cambié de lugar; roté en el pequeño mundo en el que se me fue colocado.
     Me planté en el lugar de Asuka y me recosté en la mesa, mirando hacia la ventana.

     Tenía que admitir algo: era otro espacio.

     Pero no porque se tratase de ser otro espacio, sino que se sentía ajeno a todo el salón. ¿Era esa solo mi percepción? Era probable. La zona horaria incluso podía sentirse diferente, como si el tiempo pasara con anticipación.
     El mundo se movía de forma diferente estando en su asiento.
Las cosas no se veían del mismo ángulo.

     El escritorio, el orden de los bancos, las mesas, incluso su propia silla. Todo se sentía diferente, en desorden.
     Ella giraba en otro canal muy diferente a mí; sus amigos eran diferentes, sus ideas de la misma manera. No nos parecíamos en nada en cuanto a espacio, tampoco en modos.
     Ni siquiera nos podíamos considerar amigos, por más sencillo que sonase.

     El salón fue poco a poco entintándose del obscuro color del anochecer.
     Las mesas se mancharon de negro opaco, la pizarra dejó de reflejar el naranja, y se volvió un suave violáceo.

     Me arropé con mi gakuran. Estaba exhausto.

     Alguien abrió la puerta.
     Me sorprendió adivinar de quién se trataba.

—Rei —le llamé sin dejar de mirar hacia afuera.

—Supe que obtuviste consecuencias finalmente.

—No. Todo lo que me ha ocurrido ha sido una completa consecuencia. Y esa misma consecuencia se compone de otras más pequeñas. Esta es una pequeña, por si te lo preguntabas —declaré—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en casa desde hace horas?

—Tuve unos cuantos pendientes que arreglar; el desastre de ayer atrasó algunos papeleos en la dirección.

—Y mi castigo fue la excepción.

Notas para AsukaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora