Capítulo 7. Pelea

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"Somos una casualidad llena de intención"- Mario Benedetti. 

Lena

Ema lamentó la separación, pero creo que yo lo lamente aún más. ¿Hace cuanto que espere un abrazo con esa ternura? ¿Cien años?

— Ha pasado tanto tiempo, Ema —dije casi avergonzada. Los intentos por expresar mis verdaderos sentimientos siempre habían sido difíciles. Pero me hubiese gustado decir «también te extrañé»

Me dedicó un gesto dulce y se giró como una niña jugando con sus propios pies. Solo un vestido negro de pliegues hasta los tobillos apareció para tapar su desnudez. Había tres cosas que Ema adorada en el mundo. Uno: el color negro. Dos: andar descalza y tres: transformarse en gato. Hubo una época, antes de conocerla, que duró doscientos años transformada en gato sin siquiera sentirse tentada a usar magia.

— Ven acá —me invitó al mismo tiempo que se hundía en el sofá de la sala —ven, yo sé que quieres —finalizó al notar mi vacilación.

   Di pasos lentos pero firmes. Me tumbé de largo en el sofá apoyando mi cabeza en su regazo. Con una mano peinaba mi cabello mientras con un dedo de la otra dibujaba mis cejas, mis párpados, mi nariz y mi boca. Dormité por un buen rato. Ema permaneció en un silencio agradable. A pesar de que no quería sentirme melancólica el sentimiento llegó a mí. Recordé nuestro primer beso; me encontraba en un salón abarrotado de gente. Mujeres con pomposos vestidos de colores pasteles y hombres de trajes perfectamente a la medida se paseaban danzantes por el lugar, todos llevaban algo en común: máscaras. 

Había una chica que destacaba entre todas, tenía puesto un vestido negro elegante y su cabello relucía como el sol. Tenía rato observándome, lo podía sentir, pero yo intentaba ignorarla. De repente cruzó el salón hasta mi lugar, se plantó frente a mí tan cerca que podía sentir su respiración. Levantó la mano y recorrió con la punta del dedo índice mi boca, delineándola despacio. Nunca me habían seducido tan descaradamente. Contuve la respiración tanto tiempo que sentí perder fuerzas. Ella se giró y salió por la puerta hacia el patio trasero, no me quedo más opción que seguirla. Cuando crucé el portal no había nadie. Caminé insegura entre la oscuridad durante un par de minutos y cuando me dispuse a regresar se apareció frente a mí en un acto de magia. No supe cómo reaccionar me tenía hechizada, mis sentidos simplemente estaban dormidos. Podía ver a través de los huecos de la máscara sus ojos avellanas, grandes y cálidos. Me tomo de la cintura sin titubear y depositó sobre mis labios un beso perfectamente esperado. El contacto me estremeció, era muy suave y tierno. Su lengua rozaba la mía en una danza sosegada, era empalagoso pero no desagradable.

Ema me sacó de mi ensueño con un nuevo beso, pequeño y fugaz. Solo un roce.

— Yo también recuerdo eso — anunció sonriente.

Había olvidado que una de las habilidades de Ema era leer la mente por medio del contacto físico.

Fuimos interrumpidas por la llegada de papá. Cargaba un maletín y un montón de libros pesados, parecía que hacia malabares.

— ¡Vaya! Que agradable sorpresa —soltó al ver a Ema — cuanto tiempo señorita Sibyl.

— Por favor, Isac. Déjate de tantos formalismos.

Se deslizó elegantemente como solo lo hace un felino. Se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla. Papá se sonrojó y rió bajo.

— ¿A qué se debe el honor de tu presencia, después de tanto tiempo? — preguntó curioso e inocente.

Ema me dedicó una mirada de complicidad y luego se volvió a él

— Vengo a quedarme con Lena... y esta vez para siempre.

Encantando a CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora