Lena.
—¿Por qué hiciste eso, Ema? — dije casi furiosa, aunque con ella era imposible serlo.
— ¿Porque te molesta tanto?— respondió con una pregunta, un juego sucio.
— ¿Y por qué no habría de hacerlo?— entré en su juego.
— No sé, dime tú.
—Olvídalo Ema. Solo te pido que no te pases con ella.
— ¿Te gusta?
Le pregunta fue como un disparo en la cara.
— No
— Te conozco perfectamente.
—Y según tú. ¿Que siento?
— Te gusta, y mucho. No necesito leerte la mente para saberlo — dijo y no parecía disgustada. Haces ese adorable gesto con los labios.
—¿Qué gesto?
— Te los mojas como si quisieras comértela. Por supuesto, solo yo soy capaz de notarlo, lo haces con disimulo.
No supe que responder.
Ema se lanzó sobre mí y me abrazo, coloco su cabeza en mi pecho como siempre lo hacía.
—No me dejes a un lado.
—No lo haré — dije con ternura. Luego pase una mano por su cabello.
— ¿Ya no estas enojada conmigo?— su voz sonó infantil.
— Si lo estoy.— reí entre dientes.
— Me voy, ya no quiero interrumpirte. Solo vine a desearte un buen día. En la mañana saliste tan temprano que ni siquiera me di cuenta.
—Nos vemos en la noche.— le dije
Ema se dirigió ágil a la puerta de la pequeña oficina donde nos encontrábamos, tomó el pomo y lo giro y antes de salir hizo una de sus travesuras; se transformó en gata y se fue.
A pesar de que Ema se había ido no me quede sola pues una maraña de pensamientos me acompañaba. Primero me sentía terriblemente fatal por haber tratado tan distante a Charlie, aunque mi corazón había latido tan fuerte que creí que se saldría de mi pecho cuando la vi. No sé cómo había sido capaz de soportar la revolución solida de mis sentimientos y permanecer en un estado sereno. Aun me sorprendía lo nerviosa que me ponía cuando estaba junto a ella, me volvía tan inútil como para tomar decisiones importantes y arrepentirme. ¿Cómo demonios se me ocurrió darle trabajo? Ahora que la iba a dejar entrar en mi vida las cosas iban a cambiar, lo intuía y me asustaba. Pero por otro lado, muy en el fondo me sentía realmente feliz. La iba a ver todos los días. Esa hermosa chica delgada, de mirada triste y pelo revuelto, me gustaba. Y como dijo Ema; me gustaba mucho.
Tenía tanto que hacer ese día y mi cabeza no me ayudaba en nada. Tenía que ordenar un montón de papeles y facturas, hacer unas cuentas y también unos pedidos. Pero ahora que Blaveli había enfermado ese día me tocaría hacer su trabajo; consistía en monitorear los pasillo que le correspondían. Limpiar los estantes, ordenar los libros que los clientes desordenaban, llenar el espacio vacío que quedaba cuando se llevaban un libro. Entre otras cosas. Técnicamente yo no era la dueña de la librería como le dije a Charlie, era de mamá. Pero como ella no estaba yo me ocupaba y la verdad no me molestaba en absoluto. Era una distracción muy buena y a veces hasta divertida. Hubo una época en que me desentendí de todo pero era una época que no quería recordar. Cuando yo moría papá se hacía cargo. Era como un círculo vicioso; mamá, yo y luego papá. Pero nunca los tres al mismo tiempo.
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Encantando a Charlie
FantasyLena es una bruja con una maldición. Charlie es una mortal común y corriente. El destino las unirá en una historia llena de fantasía, pasión y hechizos. El pasado de lena pesa mucho, pero el amor de Charlie ¿sera suficiente?