Charlie.
Había pasado quince largos y tortuosos días. Mi relación con Lena era solamente de jefa-empleada y nada más, y aunque nuestros cuerpos se estremecían cuando nuestras manos se tocaban por casualidad o cuando nuestros ojos se encontraban por descuido, ninguna de las dos mencionó el tema de lo que había sucedido o mejor dicho lo que no había sucedido en su oficina.
En varias ocasiones se presentó Ema y Ellisia por separado y aunque Lena me dijo que no tenía nada con ninguna, ellas eran muy cariñosas. Aquellos arrebatos de ternura me hacían revolcarme de celos. Yo estaba deseando algo que no podía tener y aunque estaba sufriendo no podía alejarme de ella. Lena se estaba volviendo una adicción para mí. Me encantaba verla frunciendo el ceño cuando le explicaba algo a Jaap o sonriente cuando atendía un cliente. Ella era simplemente hermosa y me deleitaba mirándola.
Por otro lado, mi relación con Max se estaba volviendo más seria, era el chico perfecto. Me ayudaba en con mis tareas, me recogía del trabajo, me hacia reír y me regalaba flores, y lo mas importante; no se volvió a quejar de Lena. ¿Qué más podía pedir? Y aunque sus besos me dejaban con ganas de algo más, algo que no había probado pero sabía que era, yo era feliz a su lado.
Monitoreaba el pasillo cincuenta y cinco, últimamente era mi favorito porque daba a la oficina de Lena. Entonces vi a una señora robusta, ligeramente encorvada y de cabello totalmente blanco, parecía tener más de cien años. Estaba intentado abrir a la fuerza la puerta al lado de la oficina de Lena, esa a la que yo tenía prohibido abrir y menos entrar.
Me acerque a ella y la tome por el hombro y dije en voz alta pensando que no me escucharía.
— Señora no puede pasar allí
Ella se giró con una violencia inesperada y me sacudió la mano
—Quien te crees que eres para tocarme, estúpida mortal — dijo con su voz desgastada y nuevamente la palabra "mortal" me golpeaba en la cara como pelota de ping pong
—Disculpe, señora. Pero no puede pasar allí.
— Necesito comprar unas hierbas. Ábreme ya — dijo impaciente
Aquello me causo tristeza, los años habían causado estragos en su memoria.
— Señora pero es que aquí vendemos libros, no hierbas.— intente explicar pausadamente
— ¿Cuantos años crees que tengo? Tengo 1200 años, una tonta como tú no va a decirme lo que venden aquí o no. Ábreme ya
No dudaba que tuviera esa edad. Y con más razón estaba desorientada
— Señora no tengo autorización para abrir esa puerta, lo siento.
Se movió mas disgustada que antes.
— Esto nunca me había pasado. ¿Dónde está Blaveli? Esa sí que es una chica inteligente.
La señora empezaba a irritarme cuando Lena salió de la oficina.
— Lena, cariño — la señora prácticamente se lanzó en sus brazos — Tengo una emergencia.
—Señora Flores. Que gusto tenerla por aquí — dijo Lena calmada —inmediatamente la atiendo.
No podía creer lo que estaba escuchando. Ahora la que se sentía como idiota era yo.
— Puedes retirarte, Charlie. Yo me encargo — me dijo ella sonriente y me irrite aún más. En cambio la se señora flores no perdió oportunidad de seguirme insultando
— Lena, cariño. No sé por qué estas contratando a este tipo de gente.
Lena tomo la manilla de la puerta y la giro y esta se abrió sin rechinar. Qué tipo de truco era aquel, la señora había estado intentando abrir esa puerta y yo estaba convencida que estaba cerrada con seguro. Me gire no sin antes dedicarle un gesto duro a Lena. Pudo haberme explicado que vendían algo más que libros, y así yo no hacia el ridículo.
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Encantando a Charlie
FantasyLena es una bruja con una maldición. Charlie es una mortal común y corriente. El destino las unirá en una historia llena de fantasía, pasión y hechizos. El pasado de lena pesa mucho, pero el amor de Charlie ¿sera suficiente?