Capítulo 9. Nuevo Trabajo

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"Nuevas experiencias te dan nuevas perspectivas en la vida"- Sam Hunt

Charlie

—¿Por qué ríes sola?— mamá me saco de mis pensamientos. Había estado pensando en la chica de la librería durante toda la cena. Y hasta ese entonces me di cuenta de que no sabía su nombre. Que estúpida había sido, ¿cómo algo así se me pudo pasar por alto?

— Por nada mamá.

— Seguro está pensando en el chico ese. ¿Max? ¿Así es que se llama? — Intervino papá desde la punta de la mesa.

— Si papá se llama Max.— no quise aclarar nada más.

La cena terminó aburrida como siempre. Subí a mi habitación con rapidez y me lancé sobre el mueble que estaba en un rincón, era viejo y desgastado, pero era mi favorito. Me hacía sentir que flotaba en una nube; acolchado y cálido. Exactamente como me quería sentir. No podía sacarme de la cabeza la sonrisa ladeada de la chica, su expresión de alegría cuando le dije que tenía su cuaderno de dibujo. No podía esperar a verla.

Me llegó un mensaje de Max, insistía en que no me encontrara con ella o que muy bien él podía acompañarme. Obviamente me negué a las dos cosas. Él podía ser muy insistente pero yo también.

El día amaneció extrañamente frío y pálido. Como si de repente fuera a llegar una tormenta desastrosa. Pero nada arruinaría mi día, de eso estaba segura. Nunca me había sentido tan determinada con algo en mi vida. 

Después de haberme probado casi todo lo que tenía en mi armario decidí ponerme una camisa de cuadros rosas que hacia resaltar mis ojos grises. Intente arreglar sin éxito el desorden de mi cabello, ya lo tenía hasta los codos y pensé que estaría bien cortarlo un poco, pero eso sería en otra ocasión.

Llegué diez minutos antes y me avergonzaba presentarme más temprano de la hora acordada. Así que permanecí un rato en la entrada. Mis brazos envolvían el cuaderno de dibujo como si fuera un tesoro el cual debía proteger de unos piratas. Tenía la garganta seca y me empezaban a temblar las piernas. Durante un buen rato que me pareció eterno intente imaginar cómo sería el saludo. Sin embargo, descarte todas las ideas. Era mejor no tener ninguna expectativa, dejar que las cosas fluyeran con naturalidad. Aunque en ese momento la palabra no tuviera ningún significado para mí.

Me armé de valor y di un paso al interior del lugar para encontrarme con la misma majestuosidad del día anterior. Me dirigí con un andar rápido, casi desesperado hacia mostrador. Para mi desilusión no estaba la chica pelirroja en su lugar estaba un chico alto, de largo cabello negro y barbilla cuadrada y unas enormes ojeras bajo sus ojos oscuros. Tenía un aspecto exageradamente intimidante.

— Buen día— me dijo al verme frente a él. Su voz era estruendosa.

— Buen día — respondí yo con voz temblorosa.

—Yo me encargo, Dubenn.— la voz a mi espalda me hizo sentir más relajada. Y encajaba perfectamente con mi recuerdo de la chica pelirroja.

Su cabello estaba atado en una cola alta lo que permitía ver con más claridad su perfecto perfil de diosa griega.

— Hola —me lanzó esa sonrisa encantadora.

— Ho-Hola —dije en un hilo de voz.

— ¿Me acompañas? — agitó en el aire dos libros pequeños.

Asentí violentamente. Y la seguí por varios pasillos, ella caminaba delante de mí y yo era incapaz de igualar su paso. Me sentía estúpidamente cobarde. Se detuvo en seco en un pasillo donde nunca había estado y pude ver un número dorado en uno de los estantes; cuarenta y tres. Colocó uno de los libros en un pequeño hueco entre un par de ejemplares  y siguió andando.

Encantando a CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora