Lena.
Sus palabras se clavaron en mi vientre en una maraña cálida y húmeda. Y el fuego se extendió por todo mi cuerpo.
— Hazme el amor, Lena.— volvió a decir en un susurro ardiente.
Ella se movió de donde estaba mientras se quitaba la camiseta por encima de la cabeza. Llegó hasta mí con el pecho desnudo. Y yo solo la miraba embobada en un limbo donde solo estábamos ella y yo. Las cosas a mi alrededor perdieron el sentido. La tome por la cintura y la pegue a mi cuerpo mientras probaba la miel dulce que era su saliva. Sus manos intentaban torpemente desabrochar los botones de mi camisa y me parecía encantador.
Unos minutos después logró deshacer todos los obstáculos entre su piel y la mía y era como tocar el terciopelo por primera vez. La separé ligeramente de mí solo para ver el fuego en sus ojos, abrasador e hipnotizaste. Esa nueva Charlotte me volvía loca, en el buen sentido. Deslice mi boca por su cuello solo para escuchar el gemido que se escapó de su garganta. Con cada caricia sobre mis pechos me hacía estremecer y desearla más. Llegamos a la cama con torpeza. Ella se acostó suavemente y yo me coloqué sobre ella sintiendo la humedad de sus ganas. Moví mi cintura para quedar a la altura de su vientre y moverme despacio, con un vaivén delicioso. Los gemidos se volvieron constantes y sonoros como la música que adornaba el ambiente. Acaricie su pecho con mi lengua hasta quedar sin aliento, ella se arqueaba excitada. Mis manos fueron ágiles y recorrían su cintura de tal manera que parecía una escultura a la cual moldeaba. Mis ganas eran desbordantes de deseo y desenfreno. Me moví con un camino de besos hasta su vientre y más abajo solo para encontrarme con su sabor dulce y ligeramente ácido. Aquel sabor que había querido probar desde hacía mucho tiempo.
— ¿Me deseas?— pregunto sin aliento.
Levante la cabeza y la mire desde el ángulo perfecto.
— Sí.
— Estoy lista.
La tomé con una fuerza delicada y mis dedos hicieron su trabajo dentro de ella. Luego de un rato sentí su cuerpo sacudirse en un movimiento continuo y ligero y supe que era mía totalmente y que nadie la iba a apartar de mí jamás. Mi sonrisa fue más que de satisfacción, mi corazón palpito en mi pecho y en mi estómago. Era mía, solo mía. Charlotte era mia.
Charlie jugaba con los mechones que caían por mi cara mientras estábamos acostadas frente a frente. Y mostraba sus dientes relucientes en una sonrisa amplia.
—Te amo, Charlotte.— susurré como en un sueño.
Acaricio mi mejilla con su mano temblorosa y respondió.
— Y yo te amo a ti, Lena.
El momento era tan perfecto que no quería hablar por temor a arruinarlo o que se esfumara de repente.
— Quiero probarte — dijo súbitamente. Era tan directa, no le importaba mostrarse vulnerable ante mí.
— ¿Estás segura?
— Sí... No tengo ninguna experiencia, pero me encantaría aprender contigo.
Yo solté una risita nerviosa y extrañamente me sentí avergonzada.
— De acuerdo— le dije.
Se movió sigilosa y se sentó sobre mi vientre e inmediatamente sentí su humedad. Aquellas ganas eran tan automáticas en ella como en mí. Se movió para darme un beso largo en el que tomaba el control total. Luego se deslizó por cuello donde permaneció un buen rato chupándolo descontrolada, cada sensación era nueva para las dos. Sus manos jugaron con mis pezones que se endurecieron con rapidez ávidos de más. Recorrió mi cuerpo en un camino cálido de besos que me hizo gemir fuerte. Llego al lugar indicado y no vacilo en probarlo. Los minutos se alargaron más y el vaivén de mis caderas era descontrolado al igual que mi respiración. No fue ni torpe ni temerosa y sobre todo muy inteligente. Se introdujo en mí con decisión, vi la sensación de descubrimiento en su rostro que estaba deformado en una mueca de lujuria. Ahora yo también le pertenecía a ella lo supe cuando mi cuerpo se tensó y se relajó al mismo tiempo. Y aquella explosión de sensaciones me sacudió completa. Charlie se tendió sobre mí y me dio un corto beso en los labios. Soltó una risita de felicidad y se ruborizó sutilmente. La amaba tanto como ella a mí, lo podía sentir en cada uno de sus gestos, en cada respiro, en cada palabra no dicha, en cada pensamiento que surgía en mi mente. De repente unas pequeñas lucecitas nos rodearon por completo se movían lentamente por todo el lugar, cuando el detalle vi que eran unas pequeñas luciérnagas y supe a qué se debía el acontecimiento. Charlotte estaba maravillada pero no dijo nada y entonces el cansancio se apoderó de nosotras en silencio.
Cuando desperté Charlie no estaba a mi lado. La encontré sentada en una de las sillas en la mesa. Estaba desnuda y la penumbra mostraba su cuerpo sensualmente. Tenía algo en las manos creo que un libro. Moví mis manos sutilmente y aparecieron varias velas dispersas en todo el lugar. Ella levantó la cabeza sorprendida.
— Nunca podría acostumbrarme a eso. Es increíble.
Me levante y llegue hasta su lado totalmente desnuda también.
—Tú eres increíble. — dije y le di un beso en la frente. Y me posé sobre la mesa.
— ¿Quién escribió el libro que compre en la librería aquel día?—preguntó curiosa.
— Mamá. Le encanta escribir. Le encanta todo lo que tenga que ver con las palabras y los libros.— dije sonriente.
— Es alucinante. Estuve leyendo un poco, todo es asombroso y fantástico aunque también aterrador. — sus ojos grises se abrían muy lindos.
— Tienes razón.— la tomé de la mano para obligarla a pararse.— Tú eres hermosa y asombrosa. Y nunca podría dejar de amarte.
— Yo no dije eso.— soltó divertida.
— Pero yo sí. — la abrace y la gire colocándola sobre la mesa.— Eres mía.
Le di un beso que desato nuevamente la pasión y las ganas de amarnos. Y nuevamente comenzó un camino de caricias y jadeos que sabíamos a donde nos conducirían y justo allí queríamos llegar.
Despertamos muy temprano. Después de una noche de pasión y sin dormir mucho no era lo justo y aunque estábamos sumergidas en una profunda felicidad era momento de salir un rato de ella. Nos vestimos con pereza y me sentí incomoda al llevar tanta ropa encima. Con Charlie era fácil acostumbrarse a no llevar nada. La acompañé hasta su casa y quedamos en vernos en la tarde para la despedida. Ahora tenía otro motivo más fuerte para enfrentarme a Sepherine y a Jadrako. Yo sentía mi magia débil y no me importaba perderla en la lucha. Tenía que protegerla a todo costo. Tenía que proteger mi amor por Charlotte.
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Encantando a Charlie
FantasíaLena es una bruja con una maldición. Charlie es una mortal común y corriente. El destino las unirá en una historia llena de fantasía, pasión y hechizos. El pasado de lena pesa mucho, pero el amor de Charlie ¿sera suficiente?