TREINTA Y OCHO

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Le tuve miedo a mi abuela, pero lució diferente, al menos un poco

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Le tuve miedo a mi abuela, pero lució diferente, al menos un poco. Claro, los noticieros le contaron todo de mí vida, sabe que ya me casé y la santa señora se enojó.

Se puso a dudar sí Samael me ama o no, porque según ella quien de verdad te ama no oculta algo importante como lo es el matrimonio. Después de tanto platicar de ella, quedó en quedarse en la casa por unos días ya que según hace mucho tiempo que no convive con sus nietos. Comimos postre de crema hasta que ella le dio sueño y fue a dormir.

¿Ahora donde estoy?, corriendo de un lado a otro para ponerme el vestido más elegante que haya comprado. Sobre todo, me falta peinarme y maquillarme, odio lo último, no soy buena en hacerlo. La pasarela no tarda y será, yo aún sigo batallando.

—¿Ya estas lista, bombón? —Preguntó Haniel por décima vez.

—¡Que no y ya callate!, en vez que me ayudes nada mas estas...

Me sentó en la cama y tallo sus manos. Hizo aparecer maquillaje y comenzó arreglarme. Quedé sorprendida pero intenté verme normal.

—¡Listo! —Gritó emocionado.

Al verme en el espejo no me reconocí. Estoy tan hermosa.

—¿Donde aprendiste a maquillar?

—Cuando intentas ser gay por despecho eres capaz de todo.

Hice una mueca de disgusto, no me parece que juegue con eso. Las personas que son de otro sexo son todo un amor como para ser lastimadas. A Haniel le falta aprender de ello.

—Me gustaría presumir abajo.

—Aún no es tu momento de ir al infierno así que...

—¡Más a bajo no!, me refiero que quiero enseñarle a mí papá y a Charlie.

—Entonces bajemos.

Extendió su brazo para que lo entrelazara. Bufé un poco incomoda.

—No creo que sea necesario, eso hacen las parejas y Samael no está aquí.

—Lo sé, pero soy su sustituto por ahora.

—No vas a ir en fachas punk.

—¿Cómo que no?, es el verdadero yo.

Bufé. Haniel sobó sus manos y cambió por completo. Un traje negro, su cabello mejor peinado, zapatos y reloj fino.

—Ahora sí te recordaré con provecho a tu Samael, aver sí así quieres que te lleve con los brazos entrelazados.

Sonreí maliciosa.

—Así me gusta más.

Le dije eso nada más para molestarlo y sí que lo logré.

Al bajar a la sala, llamamos la atención de mí padre y de Charlie.

—Mí niña ya es una mujer —Comentó mí padre.

Nuestro pacto (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora