VEINTIUNO

109 25 8
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Señoras, señores, damas y caballeros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Señoras, señores, damas y caballeros. Les presento la tendencia actual, lo más dulce, mejor que la azúcar y cualquier cosa para la diabetes. El demonio con la humana, quienes nos contarán como conquistar al amor de tu vida, sin siquiera convivir mucho tiempo —Dijo Charlie despertándome.

En un principio no entendí por qué comenzó así. Pero cuando vi a Samael durmiendo a mí lado y abrazándome como yo a la almohada todas las noches igual que antes, lo entendí todo. Fruncí el ceño.

Mí hermano sonrió malicioso. Está con el palo de la escoba como sí ello fuese su micrófono. Sacó su teléfono de la bolsa del pantalón y puso música de salsa a todo volumen.

—¡Que yo no maté a mí padre!

Se levantó Samael de un brinco. Su pose fue de combate y sus ojos se abrieron tanto.

Tanto Charlie como yo quedamos desconcertados. El esmeralda al notar que fue un sueño lo que tuvo, se apenó. Sobó su cabeza como si le doliera, pareció que quiso mantenerse de pie pero cayó inconsciente al piso.

Me asusté tanto, corrí a tratar de levantarlo y mí hermano me ayudó a ponerlo en la cama.

—Quita ya esa música —Le pedí.

Toqué la cara de Samael, está que hierve de calor.

—Sé que no a todos les gusta la música salsa pero no pensé que se lo tomara tan personal.

Negué con la cabeza.

—¡Paimon!, ven que necesito de tu servicio —Grité en voz alta.

—¿Y a ti que te pasa?, ¿no será que ya eres la mera mera de los demonios?, porque sí es así, Dios —se admiró Charlie—. Darle el culo a un demonio vale la pena, ¿hay demonias?, porque yo quisiera tener el mismo privilegio.

Le di una mirada amenazante.

—No estoy para juegos —Le regañé.

Él hizo una mueca de falsa tristeza.

—Oye, pero que bonito, o sea, imaginate cuando te mueras —Asumió, dejando una gran sonrisa en sus labios—. Todos en el infierno sufriendo o qué sé yo, y tú, nada más llegas aventarte a los brazos de tu demonio —Alzó las cejas con impresión—. Te felicito, hermanita.

Nuestro pacto (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora