Ser pobre, ser humillada y sufrir por un amor, ¿es justo?
¿Cuál sería tu respuesta si un ser sobrenatural te propone un trato?
¿Darías tu amor a cambio de tus deseos?
¿Sin importar que puedas morir?
¿Vas a huir o a confiar?
No, no medites las respue...
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Haber platicado con Dalio me hizo sacar sonrisas. Hizo tantas cosas graciosos sin importar quien estuviera.
Al llegar a la salida me dolía el estómago de tanto reír. Ahí me encontré de frente a Haniel, no mentí con mí suposición. La diversión terminó, el avellana se vio serio. Me vi obligada a despedirme de Dalio.
Ahora estoy sentada en el asiento del copiloto. Haniel y yo vamos camino al centro comercial. El ambiente lo siento un poco incómodo. Él puso música de mí banda favorita y justo mí canción favorita. Quizás creyó que con eso yo iba a cantar pero no fuese así.
Llegamos a nuestro destino. Estacionó la moto y me quedó viendo o eso sentí. Yo miré la calle como si nada.
—¿Por qué estas molesta conmigo, bombón? —Dijo en un tono tranquilo.
Me encogí de hombros.
—No sé, tú debes saberlo —Respondí andina.
Él soltó un gruñido, le di un reojo. Sobó su nariz como sí pidiera paciencia.
—Mujer tenías que ser —Murmuró bajo.
—Te escuché.
—Entonces responde a mí pregunta, bombón.
Presioné mis labios, me lo pensé un momento.
—Escuché que querías acostarte conmigo.
Sus ojos saltaron de nervios, disfruté su reacción, Desvíe mí mirada para después sostenerle la suya, con una sonrisa traviesa.
—Las cosas que escuchas son sucias.
—Y eso es algo que te falta escuchar a ti, inocente angelito.
Mí reacción de chica mala, lo dijo todo. Volví a recordar lo que hizo y opté por cambiar el juego, además no puedo corromper a un ángel.
—Vayamos a comprar ropa —Le cambié de tema, su expresión se relajó.
—Aún así quiero que me digas.
—¿Qué quieres que te diga?, ¿mis frustraciones? —Comencé directa, con tono serio—. ¿Quieres que te diga lo que pienso, lo que siento y mis suposiciones?, ¿anhelas escucharlo?, pues quedate con las ganas porque no lo haré, no puedo seguir respondiendo cosas que ni yo misma entiendo.
Me tomó de los hombros.
—¿Qué te sucede? —Alegó y a la vez me sacudió—. ¿Eres tú?
Mis cejas se hundieron.
—Sí soy yo, ¿por qué?
Él no respondió mí pregunta. Me revisó para verificar sí tengo o no resfriado. Dio unos pequeños golpes en mí cabeza, ¿por qué?, quién sabe.
—Pues no tienes resfriado y tu cabeza aún sigue mal —Sobó su barbilla como sí pensara—. Pero no creo que tu período dure años, como para que ahora reacciones menos hormonal, ¿o sí puede?