Nuestro pacto (terminada)

TREINTA Y TRES

Fue Haniel quien entró. Tragué grueso al verlo. Di un vistazo a mí lado para ver sí continúa estando Camael pero gracias a Dios se marchó. Volví mí vista al ángel. Sus ojos entrecerrados me hacen temblar de nervios.

—¿Qué sucede, bombón?, ¿qué haces aquí? —Custionó.

Se puso de cuclillas estando cerca de mí, de inmediato me senté y sonreí inocente.

—Es mí cuarto, por eso estoy aquí.

—Me refiero, ¿Por qué estas acostada en el piso?

—Tengo calor y el piso es fresco —Mentí.

Él no dejó de mirarme amenazante y sonrió inocente

—Como no vas a tener calor si tienes pijama y no tienes clima, deja que yo me encargue.

Me levantó del suelo y me llevó a la cama.

Ay, Darlyn cuidate.

Tonto cerebro.

Haniel prendió el clima y me acomodé, el se sentó a la lado de la cama y jugó con mí cabello.

—¿Por qué no dormiste?

—Porque no estabas.

Haniel sonrió y se sonrojo.

—¿Me extrañaste?

En primera, extraño a Samael y en segunda, estaba chismeando con Camael. Pero no dije nada, preferí el silencio.

—¿Qué estuviste haciendo? —Le pregunté para informarme.

Él se estiró con una gran sonrisa en sus labios.

—Le agradecí a Dios porque no me dio a tu hermano, pues el señor me tiene algo mejor preparado y estoy contento con eso.

Arqueé una ceja y me senté en la cama para prestar más atención. Desgraciado, como se atreve a decir que mí hermanito es poca cosa, sí es un privilegio.

—¿Me quieres contar que es eso que Dios te tiene preparado?

Él se cubrió de nuevo el rostro. Samael no mintió cuando dijo que es hormonal. Haniel soltó unas risillas.

—¡Ay, hombre!, no seas como un crio —Dije riendo.

—Es mágico, lírico y hermoso.

—Cuenta el chisme, pues.

El se sopló la cara con las manos. Y tomó un bocado de aire.

—Ay, bombón. Disculpame pero es que esto del amor me sube la temperatura.

—Pon algo entre tus muslos —Sugerí.

Él me miró desconcertado.

—L eso haría yo.