━𝗟𝗘𝗩𝗜 𝗔𝗖𝗞𝗘𝗥𝗠𝗔𝗡 ፧ ❝𝗬𝗢𝗨𝗥 𝗕𝗢𝗬𝗙𝗥𝗜𝗘𝗡𝗗❞.

Autoestima.

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Acciones de Levi que subirían el autoestima.
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Siempre será tu pilar.
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–¿Ahora que diablos sucede?—Preguntaba al acercarse lentamente a ti.

–No lo sé, aún no puedo calmarme. Siento tantos nervios que supongo que no lo lograré.

–¿Cómo puedes decir eso? Entrenamos duro para este día.—Tomó una silla marrón al estar a tan sólo unos metros de ambos para darte asiento.—Ven, hablemos.

–Levi... Por más que lo intente no lo podré hacer. Habrá tanta gente que me estará viendo y no sé si pueda controlarme.—Decías al sentarte, mientras jugabas con tus dedos a causa de la ansiedad.

–Escúchame con atención, mocosa.—Se colocó en cuclillas frente a ti al posar sus manos en las tuyas, para detener la ansiedad.—Tú estás preparada para esto, te he visto practicar e incluso lo hice contigo por semanas. Has sabido controlarte y lo harás sin excepción. Demuéstrale al maldito público que has sabido defenderte.—Decía al colocarse de pie nuevamente.—Puedes verme a mí para sentirte segura mientras no te concentres en los demás. Pero ahí estaré, podrás apoyarte en mí en lo que suceda, yo te estaré apoyando en ello.

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Siempre te animará.
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–Bien, ¿ya tienes todo listo?—Preguntaba al estar sentado en las bancas.

–¡Sí!

–Tendré aquí el agua que necesites para cuando te hidrates, si quieres algo más, sólo ven hacia a mí y lo conseguiré. Pero necesito que recuerdes algo.—Su vista permanecía en la tuya con un semblante serio.—Tú puedes. Ve y patéales el maldito trasero al equipo contrario. Serás una campeona al salir de aquí. Ahora ve y has lo tuyo.

–Oh vamos, Levi. Es sólo un partido, ni siquiera sé si ganaré.

–Ganar o perder no hará la diferencia mientras no te des por vencido.—Decía con simpleza.—Te conozco y sé que darás todo de ti. Ahora sí, ve a enseñarles quien manda a esas viejas.

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Sabrá dar palabras de aliento.
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–¿Por qué tendrías que sentirte sola?—Preguntó al tomar asiento a tu lado.—No le encuentro sentido al escucharte decir eso, si realmente me tienes aquí. Tal vez no el tiempo suficiente que uno esperaría, pero debes de ser consciente que yo permanezco contigo.—Una de sus manos pasaron a estar encima de tu cabeza.—No digas estupideces porque nunca te dejaré sola, no volverás a pasar por lo mismo mientras yo viva.

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Siempre trataría tus heridas.
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–¿Por qué diablos no me hiciste caso?—Dijo al colocar un algodón con alcohol en tú raspón de la rodilla.—Si lo hubieses hecho, te evitarías heridas al correr como loca.

–¡Es que era un gatito! Se asustó con sólo verme que salió corriendo como si hubiese visto un demonio.