Capítulo 27: Protegiendo lo más Querido

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 27: "Protegiendo lo más Querido"

Cerró la puerta tras su espalda muy despacio y luego volteó, el silencio era total en aquella habitación. Observó la chimenea, la cual estaba a punto de extinguirse y caminó hacia ella, inclinándose y echando más leños para avivar el fuego, era muy temprano aun para que se apagara y el calor de la habitación debía ojalá mantenerse hasta el otro día. Volteó y observó con indescriptible ternura a su joven esposa, dormida ya en la cama. A la luz de la penumbra podía ver sus rasgos desde donde estaba. Su cabello negro y azabache se derramaba sobre la almohada blanca, blanca las sábanas, blanco su rostro pero rojas las mejillas y sus carnosos labios entreabiertos. Caminó lentamente y se sentó a su lado. Observó el contorno de su cuerpo oculto muy bien por las gruesas colchas que tenía encima. Inuyasha deslizó el dorso su mano, a la altura de su brazo. Ella se encontraba profundamente dormida y no se movió. El hombre se acercó y besó su mejilla ardiente. Cuando se incorporó, poco a poco la luz de los ojos castaños, ocultos por sus párpados, aparecieron y se enfocaron en él. La muchacha se movió y sacó los brazos bajo las mantas, se sentó en la cama y miró somnolienta a Inuyasha.

- No quería despertarte...- Susurró el hombre.

La joven se pasó una mano por el rostro y luego apartó los mechones de su flequillo que le caían sobre los ojos, tardó un par de segundos en despertarse por completo, luego miró a Inuyasha con detención, él lucía tan abatido y triste, aunque no era para menos. Tenía la ropa desarreglada, arrugada, el cuello de la camisa semi abierto, el rostro duro, la mirada apagada y bajo sus hermosos ojos dorados pequeñas sombras negras que la preocuparon.

- Debes dormir, Inuyasha.

Él acarició su mejilla y suspiró.

- No tengo mucho sueño.

No podía obligarlo. Su dolor debía ser inmenso. A ella misma le dolía demasiado. Suspiró resignada.

- Al menos... quédate aquí, conmigo...

La miró directo a los ojos y sonrió. Sabía que era una invitación muy tentadora y se lo agradecía. Vagar por el castillo torturándose por los recuerdos no le hacía bien. La muchacha se acomodó hacia el medio de la cama permitiéndole a él que se recostara. Inuyasha se quitó las botas y se acostó a su lado. En seguida Kagome se abrazó a su cintura apoyando la cabeza en su pecho.

- ¿Cómo te sientes?

Él no respondió de inmediato, sino que aspiró mucho aire y después de un momento exhaló. Era como si se hubiera contenido todo el tiempo, un suspiro demasiado profundo.

- La muerte de mi padre...- Musitó, mirando el techo de la habitación-... fue absurda... él estaba bien hasta que me culparon por la muerte de Houyo... quien lo haya hecho me las va a pagar...

Kagome lo abrazó más.

- Tranquilo, no puedes pensar de esa forma...

Inuyasha bajó el rostro y también la muchacha buscó su mirada.

- Me están acusando de un crimen que no cometí... la persona que mató a Houyo me odia, es indudable, y se ha tomado muchas molestias para incriminarme... recuerda que encontraron el cadáver en nuestras tierras...

- ¿Quién crees que pudo haber sido entonces?- Preguntó, consternada- Porque... matar a alguien... para inculparte...- Tembló involuntariamente pero no de frío.

Culpable o NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora