Capítulo 22

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Cerca de las ocho de la noche, Angie no lo aguantó más, avisó a su madre que iría a casa de Dulce, pero se dirigió a casa de Bastian para ver qué era lo que sucedía

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Cerca de las ocho de la noche, Angie no lo aguantó más, avisó a su madre que iría a casa de Dulce, pero se dirigió a casa de Bastian para ver qué era lo que sucedía.

Al llegar, golpeó, pero como siempre, la puerta estaba abierta, así que ingresó. No había nadie por ningún lado, todo estaba a oscuras y casi pensó en regresar a su casa, aunque luego lo meditó mejor y decidió subir a ver si por si acaso, Bastian estaba en su habitación.

Golpeó la puerta que estaba medio abierta.

—No quiero ver a nadie...

La voz de Bastian sonaba congestionada.

—Soy Angie... ¿estás bien?

—Angie —respondió él—, vete... por favor.

Angie dio un paso hacia atrás como para marcharse, pero luego lo pensó mejor.

—¿Estás bien? —inquirió.

—No y no quiero hablar con nadie...

Angie ingresó. El cuarto estaba a oscuras y lo único que pudo ver gracias a la luz exterior que se colaba por la ventana fue el cuerpo de Bastian en medio de su cama, recostado por la pared y con las piernas abrazadas entre sus brazos. Se veía pequeño, perdido.

—Vete... no quiero que tú me veas así —pidió.

—Un poco tarde para eso, ya te vi —respondió ella.

Sintió entonces una punzada en su pecho, no le gustaba verlo así, por lo que caminó y se sentó a su lado.

—Te dije que no quiero hablar...

—No hablaremos, pero me quedaré a hacerte compañía, algo me dice que no es bueno que estés solo hoy.

Bastian no respondió, se quedó allí en silencio y sintió como una lágrima caía por su mejilla. Odiaba sentirse así, odiaba sentirse perdido e indefenso, como si volviera a ser un niño lleno de miedos.

Angie notó las lágrimas, por lo que acercó la mano y las secó. Sin saber qué hacer o qué decir, se acercó un poco más a él y acarició con dulzura sus ojos y sus mejillas para sacar de allí los rastros de las lágrimas. Le hubiese gustado hacer algo más, pero no tenía idea de qué podía hacer o decir.

—¿Tienes hambre? —inquirió.

Bastian negó con la cabeza.

—¿Tu padre? —preguntó.

Bastian se encogió de hombros.

—Escuché que recibiste una llamada hoy... ¿está todo bien?

Bastian negó.

—Puedes contarme si lo deseas, yo no diré nada...

Él negó y cerró los ojos, recostó la cabeza por la pared y suspiró. Angie lo observó, se notaba que sufría y ella deseaba hacer algo para no verlo así.

Lo que Angie creía que sabíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora