Capítulo 23

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Dulce y Maxi estaban tendidos en la arena blanca y cálida de la playa, la cabeza de uno al lado de la cabeza del otro y los cuerpos extendidos en direcciones opuestas

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Dulce y Maxi estaban tendidos en la arena blanca y cálida de la playa, la cabeza de uno al lado de la cabeza del otro y los cuerpos extendidos en direcciones opuestas. Casi pegados, oreja con oreja.

—¿Estás cansada? —inquirió él.

—No, estoy relajada... me siento en paz.

—Sí, ¿verdad? Qué hermosa sensación...

—Cuéntame algo... no sé, cosas de ti.

—Bueno... Creo que soy un tipo demasiado transparente —sonrió—, mi mayor secreto es que todos creen que estoy pescando —añadió.

Dulce sonrió con diversión.

—Me gusta ser tu mayor secreto —susurró—. Juguemos a las preguntas...

—Bien... ¿Tu color favorito? —preguntó él.

—El azul... ¿El tuyo?

—El verde... ¿Comida favorita? —inquirió.

—Me gusta comer, cualquiera podría ser mi comida favorita —añadió ella con diversión.

—En eso pensamos igual —rio él—. ¿Cocinas?

—Un poco... he tenido que aprender para sobrevivir —añadió—, ¿tú?

—Soy muy malo para eso...

—¿Tu persona favorita? —inquirió ella mientras jugaba con la arena que quedaba sobre sus manos.

—Angie —respondió él sin dudar—. Es mi otra mitad, es buena en las cosas que yo no soy, me cuida y se preocupa por mí de una manera que, aunque a veces quisiera matarla, no podría vivir sin ella... ¿La tuya?

—Creo que Angie también... Es la primera persona que vio más allá de mí... la conocí cuando teníamos quince, y ella sufría mucho porque tú no estabas a su lado... se sentía muy sola, como si le faltara algo. Admito que en ese momento no la comprendí, me pareció una niña mimada... Sin embargo, ella se preocupó tanto por mí, a pesar de ser tan distinta... Angie miró más allá de la máscara que yo siempre llevo, más allá de lo que todos veían... me encontró a mí...

—Angie es así, para bien o para mal —sonrió él—, va por la vida organizándolo todo, recogiendo los desórdenes de los demás, diciéndonos qué hacer... es como si a ella todo le resultara fácil y obvio, como si nunca se cuestionara nada, como si tuviera todas las respuestas...

—Pero no las tiene... yo creo que a veces se exige demasiado —dijo Dulce—, me gustaría que se dejara ir un poco más...

—Tienes razón... —suspiró Maxi.

Los dos hicieron silencio un rato hasta que él preguntó.

—¿A qué le temes?

—Vaya, saltamos a las más difíciles —susurró—. Es un poco irónico, pero mi mayor miedo es la soledad... Y no tiene mucho sentido, porque he estado sola toda mi vida. Cualquiera diría que debería estar acostumbrada, y ¿sabes qué?

Lo que Angie creía que sabíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora