Capítulo 7

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Bastian caminó los pocos metros que lo separaba de aquella casa e ingresó a la suya, silenciosa y oscura como siempre

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Bastian caminó los pocos metros que lo separaba de aquella casa e ingresó a la suya, silenciosa y oscura como siempre. Subió a su habitación y abrió la ventana para sentarse en el marco como le gustaba hacerlo desde niño. Su padre odiaba que lo hiciera, pero a él le daba igual.

Se sentía extraño, había estado todo el día inquieto porque Angie había invitado a Dulce a sus encuentros de los viernes y él no sabía bien como actuar, como hablar, qué decir. Le gustaba Dulce, le producía temblores en las piernas y no podía dejar de imaginarse cómo sería estar con ella. Pero las cosas habían dado un giro en el mismo instante en que la conversación con Angie se volvió profunda. No era la primera vez que le pasaba, le había pasado por un año entero y un poco más.

Perdió la vista en la noche y recordó. Los padres de sus amigos se habían separado de manera abrupta e inesperada, fue una sorpresa para todos que hasta un par de días antes los veían de lo más normales. Sin darle tiempo ni siquiera a empacar, Maxi fue llevado casi a rastras por su padre, Bastian lo recordaba, los vio despedirse desgarradoramente entre lágrimas. No sabían cuando se verían de nuevo, lo único que sabían en aquel momento era que sus vidas, tal como las conocían, iban a cambiar.

Dina no pudo encargarse de Angie, estaba demasiado triste para hacerlo, por lo que la mandó un par de meses a una especie de campamento de verano, sitio en el cual conoció a Dulce.

Bastian se había pasado esos meses en soledad, a él también le había sacudido la tristeza y vivía por segunda vez el derrumbe de un hogar. Podía ser que Dina y Mateo no fueran sus padres, pero Maxi y Angie eran como sus hermanos, pasaba más tiempo en su casa que en la suya, comía allí, dormía allí, desayunaba allí. Y ahora, se sentía de alguna manera apartado, aislado. Y si había algo que desmoronaba el corazón de Bastian era el abandono.

En aquellas madrugadas de insomnio, solía treparse al techo de su casa desde donde se quedaba en silencio, pensando en qué sucedería y como avanzarían las cosas. ¿Qué haría cuando Angie volviera? ¿Hablaría con ella como siempre? ¿Discutirían y pelearían como acostumbraban? ¿Solo se ignorarían como si no hubiesen pasado su infancia peleando por la atención de Maxi?

Bastian supo la repuesta el día que la vio llegar, se veía infeliz, triste, apagada. El completo contraste de la niña activa y audaz que solía ser, la que no paraba un segundo y se pasaba el día empujándolos a buscar nuevas actividades con las que llenar sus horas libres. Esa Angie era apenas la sombra, el caparazón vacío que había quedado de ella, y eso a Bastian no le gustó. Se lo debía a Maxi, debía cuidar de su hermanita como él mismo lo hubiese hecho, debía tratar de estar allí para ella. Después de todo, cuando los desconocidos preguntaban, muchas veces se habían presentado como trillizos. Y a Bastian le gustaba eso, le gustaba ser parte de esa familia.

Caminó hasta ella y le saludó. Angie solo movió la cabeza, pero no emitió palabra alguna. Él estuvo dos días enteros tratando de que reaccionara, pero no fue hasta la noche en que se metió por su ventana, trepando por el árbol que quedaba casi en frente, y que la invitó a subir a su techo para mirar la noche, que consiguió que ella se abriera.

Lo que Angie creía que sabíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora