Capítulo 20

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Cuando Angie llegó a su casa ese viernes, no traía una carta en su mano, sino un sobre de color madera con algo adentro

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Cuando Angie llegó a su casa ese viernes, no traía una carta en su mano, sino un sobre de color madera con algo adentro.

Llegó a su habitación y se encerró para revisar aquel extraño paquete. Lo que había adentro la hizo sonreír.

Era un atrapasueños similar al que Bastian tenía sobre su cama antes, pero un poco más grande. Había una nota adjunta que decía:

«Angie:

Este es un presente que espero que te guste, colócalo en la cabecera de tu cama para que atrape los malos sueños y las peores pesadillas... Incluso si yo soy uno de ellos... ¿Sabes? No sé qué es lo que te pasa, apenas puedo descifrar vagamente lo que me pasa a mí, lo que sí sé es que no quiero hacer nada que te haga mal...

Bastian».

Angie fue a buscar un clavo y un martillo entre las herramientas de su padre para poder colocar aquello sobre su cama.

—Alguien se ve muy contenta hoy —dijo su madre al verla.

Angie solo se encogió de hombros y sonrió.

Cuando regresaba a su habitación, escuchó algunas voces en el cuarto de Maxi que se suponía iría en un par de horas a encontrarse con Luis para ir de pesca. Era Maxi al teléfono.

—No puedo esperar a vernos, ya lo tengo todo listo. La pasaremos bien, yo lo sé...

Angie pegó más el oído a la puerta.

—No, nadie lo sabe... no te preocupes, este seguirá siendo nuestro secreto... y nunca antes tuve uno, ¿sabes? Es excitante —admitió.

Angie se cubrió la boca con la mano y se volteó para ir a su casa, pero entonces se chocó con alguien más.

—Bastian —susurró—. ¿Qué demonios?

—¿Qué espiamos? —inquirió él.

—Creo que Maxi no va de pesca como dice —susurró—, al menos no va a pescar peces...

—¿No? ¿Por qué lo dices?

—No lo sé... intuición de melliza —murmuró—. ¿A qué venías?

—Me escribió para que le prestara mis lentes de sol —dijo y mostró que los traía en las manos—. Ya sabes que los ama.

—Sí —respondió Angie y suspiró—. Bueno, voy a mi cuarto —añadió nerviosa.

—¿Te gustó? —preguntó él—. Lo conseguí en la feria de arte callejero...

—Lo voy a colgar ahora —dijo ella y mostró que traía el martillo y el clavo en las manos.

—¿Quieres que te ayude con eso?

—No lo necesito —dijo Angie—, pero igual me gustaría —admitió.

Lo que Angie creía que sabíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora