Capítulo 17

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Como no podía ser de otra manera, Angie organizó su semana

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Como no podía ser de otra manera, Angie organizó su semana. Lo primero que debía hacer era hablar con Lucas, pero lo haría luego de la prueba de matemáticas, para asegurarse de que su conversación no lo afectaría en el examen. Iba a terminar con él, porque, aunque le tenía mucho cariño, no estaba enamorada, y no le parecía justo pensar en otra persona mientras estaba con él. No iba a decirle eso, no creía que fuera necesario, pero sí iba a decirle que no podían seguir. Al menos se sentiría un poco mejor si no siguiera engañándolo.

Luego, se tomaría un espacio para sí misma, necesitaba perdonarse como le había dicho Dina y encontrar de nuevo su centro, saber quién era en realidad. Todo lo sucedido le había llevado a sentir que se desconocía, y eso no era bueno, le hacía sentir insegura y confusa. Debía aclararse. Quizás era momento de rever un poco su manera de encarar la vida, por algo todos le decían que era muy controladora, quizá tenían razón... aunque no sabía bien cómo cambiar eso.

Y después estaba Bastian, necesitaba aclarar lo que sentía por él, necesitaba comprender dónde se había originado todo, cómo y por qué.

Entonces, y a pesar de sentirse acobardada, cuando Lucas la buscó luego del examen para compartir con ella cómo le había ido, Angie lo miró a los ojos y sin rodeos le dijo que necesitaban hablar.

—No me gusta cómo suena eso —dijo él y suspiró.

—Lucas... lo siento —respondió ella.

—¿Qué sientes? —inquirió confuso.

—Siento no poder darte y tratarte como te mereces...

—¿Qué quieres decir? Me estás asustando —preguntó él.

—Que necesitamos... que necesito terminar nuestra relación —zanjó—. Lo siento, de verdad... no sabes cuánto me gustaría...

—¿Cómo? —inquirió interrumpiéndola—. ¿Por qué?

—Porque no siento lo mismo que tú —dijo ella.

—Pero... pero puedes llegar a sentirlo, Angie... déjame enamorarte, déjame lograrlo.

Angie negó y sintió que le apretaba el pecho tras la tristeza y desesperación con que sonaban las palabras de Lucas.

—No, escúchame —dijo y lo tomó de la mano—. Tú eres un gran chico, mereces alguien que te ame con locura, no deberías conformarte con menos...

—Pero... ¿es por lo de la otra noche? Perdóname... por favor...

—No, no es por eso —dijo ella e intentó sonar sincera—. En serio, no es por eso... es...

—Hay alguien más, ¿no? —inquirió él.

Angie lo pensó, esa parecía una buena opción para que él lo comprendiera.

—Sí... —susurró—. Es decir, no hay nadie ahora... conmigo... pero sí en mi mente... y no me parece justo para ti...

—No hay nada que yo pueda hacer, ¿verdad? —preguntó él.

—Preferiría que no...

Lucas bajó la vista y asintió. Angie sintió un dolor enorme al no poder darle más, al no poder abrazarlo y sacarle esa mirada de tristeza, pero pensó en lo que le dijo su madre y eso era lo mejor. Tenía que ser sincera y arreglar las cosas de la mejor manera.

—Te amo, Angie —dijo Lucas—. Espero que seas feliz y que esa persona sepa valorarte.

Angie no respondió, lo vio alejarse y suspiró.

Caminó entonces en silencio y fue a sentarse bajo un frondoso árbol, recostó la cabeza por él y respiró. A pesar de lo mal que se sentía causarle dolor a alguien, comprendió que aquella decisión había sido la mejor, a la larga dolería menos, además ella se sentía un poco mejor consigo misma.

Cuando Angie regresó a la clase, el profesor estaba repartiendo cartas del buzón. A ella le llegó una, era un sobre de color rojo. Angie lo tomó con sorpresa, con todas las situaciones que estaba viviendo se había olvidado por completo de aquella actividad. Algunos compañeros sacaban sus cartas y las leían, otros, como ella, las guardaron para leerlas en algún momento más privado.

Y eso hizo, al llegar a su casa se fue a su habitación y se sentó en la cama, buscó el sobre en su mochila y lo abrió.

«Mínima:

No sabía si escribirte o no, pero recordé que alguna vez me dijiste que lo hacía bien y que podría ser una manera de acercarme a alguien. No era a ti precisamente, pero pensé que podía aplicar tu consejo para contigo misma. No pretendo que me respondas, con que me leas ya estoy a gusto.

Este tiempo ha sido difícil, debo pedirte perdón. No sé qué me pasó esa noche en el lago, quiero que sepas que mi idea no fue ir hasta allí para que sucediera nada en específico, yo solo temía por tu seguridad y por eso decidí seguirte. Y de pronto, tú allí, a la luz de la luna, con esa perfección tan tuya que me vuelve loco... y todo se me fue de las manos.

Sé que es difícil que lo comprendas porque tú no funcionas así, tú siempre lo tienes todo perfectamente controlado y nunca dejas que las situaciones te superen. Te admiro mucho por eso, pero yo no soy así. Soy impulsivo y me dejo llevar con facilidad por las situaciones que me alteran de alguna manera u otra... para bien o para mal. Lo único que te pido es que me creas, yo no quería hacerte daño, jamás lo hubiese querido... preferiría cualquier cosa antes que verte mal, Angie...

Me siento muy mal por haberte puesto en aquella situación, y, sobre todo, porque las cosas entre nosotros cambiaron y temo que ya no regresen a ser lo que alguna vez fueron. Tú has estado allí siempre, me has hecho reír y me has hecho enfadar, tú eres la única que tiene esa capacidad para sacarme de mis casillas con una sola palabra... y eso me hace sentir vivo, me hace sentir especial. Puede sonar hasta masoquista, pero saber que siempre me llevas la contraria me hace sentir importante en tu vida... me hace sentir parte...

Ahora no nos queda nada, un espacio vacío, un silencio eterno. Ahora las palabras afiladas ya no son por broma o por pasar el rato, son de verdad dolorosas y con intención. Y más que esas palabras, duele el vacío, duele el que te cruces a mi lado en el colegio y no me veas...

Me siento culpable, si hubiese callado todo hoy no estaríamos así, pero ¿sabes qué? Ya no podía callarlo... Ojalá algún día puedas perdonarme y podamos volver a lo que siempre fuimos, porque te prefiero intentando ganarme puntos en Literatura que ignorándome por completo.

Que tengas un buen día, Angie.

Bestian».

Angie leyó la carta muchas veces y analizó cada palabra, luego, decidió que le escribiría una respuesta. Buscó un papel de color rosa y unos bolígrafos en varios tonos y se dispuso a escribirla, incluso sin saber bien qué iba a decirle.

Aquellas palabras de Bastian sonaban sinceras y habían hecho que su corazón latiera con fuerza. Ella también extrañaba la interacción, así que las cartas parecían una buena opción mientras tanto.

Esa tarde, mientras escribía, Angie creyó que incluso aunque aún no supiera qué iba a pasar, la nube negra sobre su cabeza había dejado de llover.

Esa tarde, mientras escribía, Angie creyó que incluso aunque aún no supiera qué iba a pasar, la nube negra sobre su cabeza había dejado de llover

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Lo que Angie creía que sabíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora