Capítulo 11

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La incomodidad se sintió en el ambiente por el resto de la siesta y parte de la tarde, durante el almuerzo, Angie permaneció en silencio y sumida en sus pensamientos

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La incomodidad se sintió en el ambiente por el resto de la siesta y parte de la tarde, durante el almuerzo, Angie permaneció en silencio y sumida en sus pensamientos. Un rato después, los varones decidieron ir a dar una vuelta mientras que Angie y Dina optaron por tumbarse al sol sobre una de las mantas que habían llevado.

—Te noto extraña —dijo su madre—. ¿Pasa algo?

—No... —respondió.

Dina no habló, dejó que el silencio las inundara, sabía que si había algo que hacía hablar a Angie era la sensación de vacío, el silencio. Era como si ella necesitara llenar ese agujero.

—Bueno... creo que... todo está cambiando muy rápido —afirmó. Dina sonrió.

—La vida es cambio constante, hija, y si lo ponemos en perspectiva, sí... todo cambia muy rápido.

—¿Alguna vez sentiste que el resto del mundo va más de prisa? Es como si... como si no pudiera seguirles el ritmo... —suspiró.

Dina la tomó de la mano.

—Todos tenemos distintos tiempos y lo importante es no compararnos con el resto. Si la gente comprendiera eso la vida sería mucho más sencilla —musitó—. Los niños, por ejemplo... Los padres de niños pequeños creen que deben hacer tal o cual cosa a tal o cual edad, los presionan para que dejen los pañales, para que se sienten o se paren solos, para que caminen... no se dan cuenta que cada niño tiene su tiempo y su proceso —explicó. Dina era psicóloga y trabajaba con niños—, presionarlos o intentar forzar el aprendizaje solo crea frustración...

—¿Pero no hay un punto en el que te das cuenta de que vas más lento? Es decir, si tienes un niño de seis años que no habla es que algo pasa, ¿no? ¿Hasta dónde es normal?

—Sí, si hablamos de la infancia existen esos parámetros, son una guía para orientarnos, pero en la vida no es tan así, Angie. Escucha, debes aprender a conocerte y respetar tus tiempos, tú no eres igual a Maxi ni a Bastian, tampoco a Dulce o a Lucas. Tú eres tú y tienes tus tiempos para experimentar y aceptar los cambios que la vida te propone. El problema es que intentas controlar la vida, hija, y eso genera mucha frustración.

—¿Por qué todos me dicen que quiero controlarlo todo?

—Porque siempre has sido así, está bien que seas organizada y ordenada, pero no todo en la vida lo puedes organizar, planificar y ordenar.

Angie suspiró.

—Me da miedo la incertidumbre... —admitió—. Planificar me aleja de ella...

—Claro, pero la vida siempre tendrá cierta pizca de incertidumbre. Puedes planificar la manera que estudiarás para el examen del miércoles, pero no puedes planificar de quién te enamoras —añadió con una sonrisa—. No puedes controlar esos sentimientos y aunque lo intentes, no funcionará, terminará explotando en algún punto... ¿Comprendes?

Lo que Angie creía que sabíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora